En una semana se cumplen tres
años de la alcaldía de Mauricio Rodas, tiempo suficiente para evidenciar si
hubo un giro sustancial en la forma de administrar Quito, pero también para
analizar la puesta en marcha de su programa de gobierno y
en su forma de liderar a la capital de los ecuatorianos.
El balance que hacemos desde
Quito Vigila y que lo hemos denunciado en múltiples ocasiones es que a Mauricio
Rodas el cargo de alcalde le ha quedado muy grande. No ha logrado consolidarse
como un político y líder de su partido (SUMA), ni tampoco como un alcalde que
ha sabido resolver los problemas de una ciudad que crece a pasos agigantados y
que demanda soluciones inmediatas.
Rodas llegó a la alcaldía de
Quito con el respaldo de muchos quiteños que vimos en él un hombre joven, sin
los vicios de la partidocracia y con planteamientos frescos, diferentes. Sus propuestas innovadoras en temas de
conectividad, de diversificación del empleo, de soluciones viales lo mostraban
como la figura que podría darle un giro a la Carita de Dios, sin embargo, hoy, luego
de tres años de su administración el panorama es preocupante.
Más allá de consolidarse como un
alcalde que ha sabido imponerse, que ha logrado acuerdos y consensos en el
núcleo del Concejo Municipal y con actores sociales, tenemos un alcalde
timorato, tibio, sin el liderazgo claro para mantener a sus propios concejales
de bancada que a lo largo de este tiempo lo han ido abandonando y que lo
contradicen. No logró afianzar su partido y a sus partidarios, pero tampoco fue
lo suficientemente astuto para lograr una alianza fuerte con sus aliados de
CREO. Se pensó en algún momento que
podría ser el binomio de Lasso, pero no supo o no pudo entrar en el “juego de
la política” como se debe.
Aunque la alianza SUMA-CREO se hizo pública, fueron
casi nulas sus apariciones junto al candidato-banquero. En todo el periplo de protestas por el
supuesto fraude que aducía Lasso, el alcalde Rodas desapareció. No lo vimos dando
declaraciones públicas, ni apoyando la teoría del fraude y mucho menos haciendo
respetar a la ciudad de Quito como su máxima autoridad frente a los destrozos y el caos generado por
las protestas.
Nos hemos acostumbrado a una
alcaldía que solo figura en la opinión pública cuando es parte de un escándalo:
ya sea de corrupción como el sonado caso de la constructora del metro,
Odebrecht, o cuando se cuestionan las obras con falta de visión y planificación
urbana como los Quito Cables o la Solución Víal Guayasamín.
¿Cuál es la obra emblemática por
la que pasará a la historia la administración de Rodas? Nos preguntamos. Haciendo un balance de sus tres años de
gestión vemos que solo ha seguido con los proyectos que ya estaban planificados
por la administración anterior y que su aporte no ha sido más que hacer unas mejores
mínimas en parques y paradas de trolebús.
Rodas, torpemente no supo
capitalizar su juventud y por el contrario se enquistó en una suerte de letargo
adornado con bambalinas cada vez que hace
una aparición pública.
Vemos cada día cómo aumenta el
malestar de los sectores a los que ofreció soluciones como los taxitas y los
comerciantes que lo apoyaron y a quienes hoy les ha dado la espalda. Vemos
también cómo la viabilidad de los quiteños cada vez es más compleja y no hay
una solución a corto plazo para este problema. Somos testigos de la falta de
prevención con la llegada de la época de lluvias y vemos una ciudad cada día
más deteriorada. Vemos con tristeza que más allá de haber un cambio positivo
con un alcalde joven, nuestra querida ciudad se hunde cada día.
Esperamos que el recuento se haga
también casa adentro, que se haga un análisis a conciencia y un mea culpa, hay que ser autocríticos y
tratar de ver en dónde se falló para enmendar los errores en este corto tiempo
que aún le queda. Aunque sinceramente
hemos perdido casi toda esperanza tras tres años de una actuación que nos deja
más dudas que certezas, más desesperanza que anhelos y más frustración que
alegrías.
Miguel Jiménez