No todo lo que brilla es oro
Hace veinte años Quito tomó la decisión al igual que muchas ciudades en
el mundo de incorporar a su sistema de movilidad, automotores eléctricos para
el transporte masivo de pasajeros diciendo adiós a la contaminación atmosférica
y auditiva.
Con la adquisición de esos autobuses (trolebús)
amigables con el ambiente, la ciudad dio un gran salto a la modernidad, ya que además
se incorporaron para su funcionamiento paradas y un nuevo método de recaudación,
transformándose en un servicio más ágil, rápido y organizado.
El 17 de diciembre de 1995 se inauguró la primera etapa comprendida entre la
estación sur en El Recreo y la calle Esmeraldas en el centro histórico de la
ciudad, además de las líneas alimentadoras que funcionaban en la estación sur. El 19 de marzo de 1996 entró en servicio la
segunda etapa, desde El Recreo hasta la parada Colón, al centro-norte de la
urbe. El 21 de diciembre se incorpora la tercera etapa con recorridos desde El
Recreo hasta la Estación Norte, ubicada en el extremo septentrional de la
ciudad. Finalmente en el año 2000 se inaugura la extensión hasta la parada
Morán Valverde en el sur, para lo cual arribaron nuevas unidades con algunos
cambios en los diseños de ingeniería.
En el año 2008, con la Inauguración del Terminal interprovincial de
Quitumbe, se inauguró también una pequeña extensión del trolebús que hace que
este sistema se conecte con el transporte interprovincial nacional. Para
diciembre de 2015 tras veinte años de servicio, el trolebús había transportado
a mil millones de pasajeros.
Con el transcurso de los años y el incremento del número de usuarios urgía la renovación
de la flota.
Entre el descontento, falsos ofrecimientos y el reclamo ciudadano que exigía
mejoras en el servicio, la aletargada administración de alcalde Rodas logra
después de dos años de estar en funciones reemplazar 54 trolebuses que en
diciembre de 2015 cumplieron 20 años de vida útil con 80 biarticulados a diésel. No se compraron
buses eléctricos, a pesar de que un informe presentado por Grütter Consulting
-por encargo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) recomendó adquirir
trolebuses nuevos en vista de los índices de contaminación de la ciudad de
Quito, cada vez más elevados.
Las nuevas medidas tomadas por el alcalde Rodas para renovar la flota del
sistema metropolitano de transporte rompen con la tendencia a la que apuntan los
países que buscan reducir el daño ambiental. La perfecta excusa que encontró el
Municipio para tomar esta retrógrada decisión fue nada más y nada menos que el
valor de los trolebuses versus la de los biarticulados.
En promedio, para comprar 80 troles
biarticulados y optimizar la infraestructura (red eléctrica) se requería de USD
170 millones, explicó Darío Tapia, secretario de Movilidad. Este monto
representa 130 millones adicionales a los que se invirtieron para los
biarticulados a diésel (40 millones). “El Trole demanda de una inversión alta y
el tiempo de fabricación es mayor” aseguró Tapia.
Una vez puesta en marcha la nueva flota de buses, la campaña publicitaria para
promocionar las bondades de los famosos biarticulados no se hizo esperar: dicen
que son más grandes, que tienen 5 puertas de acceso, que cuentan con más
espacio para los pasajeros y lo qué más encanta al novelero alcalde es que
“poseen wifi” y conectores para cargar teléfonos celulares. Seguro el alcalde
nuca viajó en un trole y en hora pico, donde resulta imposible sacar el celular
no solo por la estrechez sino por el miedo a que te lo roben, pero para quien
no conoce Quito resulta fácil dejarse llevar por la fantasía y no por lo real.
Una vez llegados los primeros cinco biarticulados tuvieron su primer y gran tropiezo: su gran tamaño no les permitió transitar con facilidad en las delgadas y estrechas calles del centro histórico, su difícil circulación ponen en riesgo no solo las antiguas edificaciones por su vibración sino también las vidas de los peatones. Adicionalmente no se adaptan al tamaño de las paradas, la totalidad de las puertas no abren porque las paradas fueron diseñadas para los trolebuses de 3 puertas y no para 5. Con dificultad hay que “pegar el salto” para poder ingresar en las unidades los biarticulados ya que sus rampas tampoco se adaptan a las medidas de las paradas por que dejan un espacio peligroso entre el bus y la estación. Pero ¿Qué pasa con los ancianos, los niños y las personas con capacidades especiales? ¡Corren el peligro de salir lastimados en cada viaje!
Una vez llegados los primeros cinco biarticulados tuvieron su primer y gran tropiezo: su gran tamaño no les permitió transitar con facilidad en las delgadas y estrechas calles del centro histórico, su difícil circulación ponen en riesgo no solo las antiguas edificaciones por su vibración sino también las vidas de los peatones. Adicionalmente no se adaptan al tamaño de las paradas, la totalidad de las puertas no abren porque las paradas fueron diseñadas para los trolebuses de 3 puertas y no para 5. Con dificultad hay que “pegar el salto” para poder ingresar en las unidades los biarticulados ya que sus rampas tampoco se adaptan a las medidas de las paradas por que dejan un espacio peligroso entre el bus y la estación. Pero ¿Qué pasa con los ancianos, los niños y las personas con capacidades especiales? ¡Corren el peligro de salir lastimados en cada viaje!
Es evidente que se adquirieron los buses sin el mínimo estudio, los personeros municipales no se tomaron el tiempo de observar la medida de las unidades y cuando empieza la novelería de hacerlos transitar se topan con el problema, los “Langarotes” no encajan en Quito, entonces sin el menor empacho el Municipio empieza a tumbar las anteriores paradas y construir unas nuevas. Como decimos los quiteños “salió más caro el caldo que los huevos”. Se tuvieron que construir nuevas paradas para que puedan funcionar, en esto el municipio gastó en 16 paradas provisionales más de $11.000 por cada una y más de $13 millones en 44 nuevas paradas que por cierto tienen ya varios meses de retraso en su entrega.
Es decir, “No todo lo que brilla es oro” señor alcalde, nadie le discute que
los buses son bonitos y son nuevos, pero
su adquisición realmente ¿fue la más acertada? Hasta el momento suman más los
peros que los beneficios. ¿De qué sirve tanta propaganda si la realidad en que
vivimos a diario los quiteños es otra? ¿De qué sirve decir que contamos con el
sistema de transporte más moderno e inclusivo cuando a diario seguimos siendo
atropellados en el interior de los buses, cuando el wifi no importa sino la
comodidad, el respeto, el orden, la rapidez?
No somos ciegos señor Rodas, las paradas anteriores funcionaban muy bien y se
las tumbaron sin ton ni son, y ahora tenemos que exponer nuestras vidas a
diario en paradas improvisadas que tampoco calzan a los biarticulados.
Nuevamente me queda el mal sabor de que vivimos en una administración
donde prima la novelería, donde las decisiones se toman al apuro y no con
planificación, con estudios y sobre todo pensando en los ciudadanos.
Kevin Tello