El pasado 7 de abril el Alcalde Mauricio Rodas firmó la Ordenanza Metropolitana que autoriza el incremento de las tarifas de taxis en el Distrito Metropolitano de Quito. A partir de esa fecha los conductores de gremio amarillo comenzaron los procesos de adecuación de sus taxímetros para poder cobrar los nuevos rubros a la ciudadanía.
En el eterno
tira y afloja entre autoridades y gremios, resulta evidente que esta batalla la
ganaron los taxistas; el Municipio termino por darles la razón e incrementar
las tarifas, sin condiciones de mejoras en el servicio y ajustando las cifras a
los intereses del gremio; en lugar de hacerlo conforme a lo que los estudios
técnicos definieron.
Es así como hoy
en Quito ganaron más poder los taxistas. Las autoridades demostraron una incapacidad
de control y su desinterés de proteger a la ciudadanía (pese a su obsesión, de
a través de propaganda, sostener que defienden “el bolsillo de los quiteños”) y
los usuarios estamos ahora a merced de cómo cada taxista considere debe actuar
frente al pasajero.
Las nuevas tarifas
que el Municipio informó implican incrementos en el valor de arranque pasando
de $ 0,35 a $ 0,50, así como también de la carrera mínima que en el día pasa de
$ 1 a $ 1,45 y en las noches de $ 1,50 a $ 1,75.
Casi hasta la
saciedad, las autoridades han justificado la decisiòn, indicando que el alza se
debe a que en 12 años no se han incrementado estos rubros. Como ecuatorianos podemos entender que se trata de
un tema de justicia, que los conductores de taxis perciban un mejor ingreso
acorde al aumento del costo de la vida. Pero ésto no deja de implicar una
afectación a la economía de cada persona.
Hasta ahí la
reflexión o justificación más o menos coherente, que pese a no haber sido
producto de un debate ni consulta ciudadana alguna, es ya un hecho que nos toca
aceptar en silencio. Pero que sucede cuando a la hora de usar el taxi resulta
que el incremento es mayor de lo anunciado por la autoridades?
Resulta que en
la realidad el costo del servicio se elevó entre un 17% y 45%. A todos quienes
usamos a diario el taxi nos ha sucedido que preveíamos, basados en la
información publicada por los medios, que la subida de tarifas implicaban
alrededor de $0,15 centavos en el arranque, más $0,45 en la carrera mínima.
Pero el alza ha sido mayor, pues al momento de pagar, el valor es superior a lo
anunciado. Esto se debe a que el alza de tarifas no solo abarca los rubros
mencionados, sino que implica otras cifras, como que el kilómetro recorrido
pasará de $ 0,26 a $ 0,40 y el minuto de espera de $ 0,06 a $ 0,10 centavos.
Es de la suma
de todos estos items el excesivo incremento que a todos nos ha sorprendido al
momento de pagar lo que marca el taxímetro, eso claro cuando tenemos la suerte
de que el taxista haya decidido usarlo.
Es importante
que todos tengamos claro que una persona usa taxi, porque no tiene auto propio,
porque los parqueaderos son escasos en la ciudad y, principalmente, por el
deficiente servicio de transporte público masivo que existe; volcados al uso
del servicio de taxis, debemos aceptar las nuevas tarifas sin dejar de
enfrentar un problema frente al cual no se plantea ninguna solución; su mala
calidad del servicio.
Resulta que hoy
por hoy tenemos que agradecer la suerte de que nos toque un señor taxista que tenga
la buena voluntad y la amabilidad de llevarnos con buena cara y buen trato a
nuestro destino, a cambio de cobrarnos lo que ellos con el Alcalde, a puerta
cerrada, definieron era lo justo.
Como usuarios,
autoridades y taxistas, deben saber que estaríamos dispuestos a pagar más, si
esto viene de la mano una mejora en la calidad y la garantía de un servicio
adecuado a todos los ciudadanos sin importar su condición, la hora del día, ni
lugar de destino.
A muchos, en
especial a mi, me ha resultado impresionante la rapidez con la que se aplicó la
normativa. Semanas atrás vimos como los taxistas lograron la nueva calibración
de los taxímetros en tiempo record; y como en el Concejo se debatió, aprobó y
registró una modificación de ordenanza en menos de una semana.
Parecería
entonces, que en esta administración municipal se aplica con agilidad solo
ciertas normas, no precisamente las que benefician a las mayorías; sino
aquellas que son para satisfacer las demandas de grupos minoritarios o
intereses particulares, estas sí son las que se hacen con agilidad y
eficiencia.
Con esa misma
eficiencia nos gustaría a los usuarios ver que se haga un control del servicio
y no sentir como ahora, que como ciudadanos estamos desprotegidos y a merced de
la buena voluntad de los taxistas.
El corolario
de esta historia es que la ciudadanía es el eslabón más débil, pues en la mitad
de estos acuerdos de subida de tarifas: el Municipio se esfuerza por justificar
por qué se dio el incremento; los taxistas se frotan las manos por haber
alcanzado su aspiración de mejorar sus ingresos (aspiración ciertamente justa
aunque, excesiva ya que no guarda relación con el incremento de salarios);
mientras la ciudadanía, ruega que ahora que los taxistas ganaran más, hagan
conciencia de que se les paga por un servicio que debe ser de calidad.Urge entonces
que las autoridades, que deben controlar y proteger no solo el bolsillo de los
quiteños, sino su bienestar; entiendan la importancia de que ejerzan un
verdadero control. Este implica mucho más de poner un telefono 24 horas y
esperar que sea el ciudadano el que cada día tenga que enfrentarse a los
conductores de taxis. Requiere poner en marcha un operarivo en las calles, que
los taxistas entiendan y sepan con claridad que la autoridad, pese a haber llegado
a acuerdos con ellos, esta del lado de la gente y por tanto deben mejorar su
servicio considerablemtente sopena de sufrir sanciones.