En estos días,
la concejala Luisa Maldonado, a través de su cuenta en twitter, compartió la carta de
Marco Aguilar Veintimilla, organizador de las tradicionales carreras de coches
de madera en Quito. De acuerdo con lo que escribe Aguilar Veintimilla, este año
no se harían las carreras por falta de apoyo del Municipio del Distrito Metropolitano
de Quito; a partir de esto nos comunicamos con Don Marco para obtener su
versión.
Me parece justo
empezar con algo de historia: en los años 50, Jorge Aguilar Veintimilla empezó
a correr coches de madera en las empinadas calles de San Roque, despertando el
interés de otros jóvenes por construir el mejor coche, el más veloz o el más
lindo. Años después, en 1973, con el apoyo del Municipio de Quito y de la Coca
Cola, esta práctica se institucionalizó como certamen y se organizó el Primer
Campeonato de Coches de Madera en la avenida 12 de Octubre, como un homenaje a
los niños internados en el Hospital Baca Ortíz. La tradición continuó y cada
año, para las Fiestas de Quito, siempre con el apoyo del Municipio de Quito, se
reeditó esta competición que se convirtió en parte fundamental de los festejos
de fundación de la ciudad. Lamentablemente, en el 2009 Jorge Aguilar
Veintimilla falleció y su consternada familia pensó seriamente en dejar de
hacer el campeonato. Sin embargo, varias autoridades de la anterior
Administración Municipal, incluido el mismo Alcalde, convencieron a Marco
Aguilar Veintimilla, hermano de Jorge, para que la tradición no se pierda pues
este evento constituía un componente emblemático de las celebraciones a Quito,
por lo que Marco decidió continuar con las carreras desde el 2010 hasta el año
anterior.
La velocidad que
alcanzan los coches por las sinuosas calles de San Juan y Las Casas, precedidos
de los Policías Motorizados del Regimiento Quito #1 y #2, quienes han
acompañado las carreras desde sus inicios, asombra a todos los que asisten a la
competición. Miles de personas vienen desde diferentes barrios de la ciudad
para ocupar un sitio en las largas veredas y ver pasar a los audaces pilotos
criollos, no solo por experimentar la emoción de mirarlos deslizarse con
habilidad y talento, sino porque, además, se trata de un evento netamente
familiar que disfrutan y comparten niños, jóvenes, adultos y adultos mayores.
Don Marco cuenta
que antes de arrancar, los vehículos son sometidos a las más exigentes
revisiones por parte del Sindicato de Mecánicos de Pichincha y que la Cruz Roja
presta su contingente para atender a los que puedan sufrir algún percance. La
organización de las carreras empieza en septiembre con la recepción de las
inscripciones y con la construcción de los vehículos; posteriormente se tiene
que conseguir los permisos de las distintas instituciones municipales a fin de
cumplir con los requerimientos para llevarlas a cabo.
Este año, don
Marco realizó el mismo trámite de siempre: solicitar a la Secretaría de Cultura
del Municipio que sean considerados para formar parte del Programa de Fiestas
de Quito y recibir el apoyo económico de cada año. Sin embargo, no hubo respuesta
de la Secretaría. Tras insistir, le indicaron que este año esa secretaría no
estaba a cargo del programa de fiestas y que debía comunicarse con Conquito.
Allí habló con José Luis Puerto –funcionario de esta institución– quien le dijo
que este año las carreras de coches de madera Jorge Aguilar Veintimilla no estaban contempladas en el programa de
fiestas y que por tanto no recibirían apoyo del Municipio de Quito, pero que le
diera un “par de días” para ver si se podía hacer algo. Ese par de días se
cumplió el miércoles pasado cuando Puerto, vía telefónica, ratificó la decisión
de no incluir las carreras en el programa de fiestas. Ahora, la última
esperanza de Don Marco recae en el concejal Patricio Ubidia, quien pediría una
explicación a Conquito del porqué no se incluyeron las tradicionales carreras
en el programa de fiestas.
Más allá de todo
este relato cronológico, estamos hablando de un evento que se celebra desde
hace más de 41 años y que nació con la idea de incluir y dar protagonismo a
quienes menos recursos tienen; forma parte de las fiestas tradicionales, las de
los barrios, las de la solidaridad, las de un Quito verdaderamente inclusivo,
aquellas que nada tienen qué ver con el festejo organizado en recintos cerrados
en los que 40 mil personas pagan una entrada para corear una canción que
probablemente no entienden.
Llama la
atención la evidente contradicción del accionar de esta administración: por un
lado convirtió a la forma de cantar el Himno a Quito en un tema de lucha escudado
en la tradición, pero por otro no tuvo ningún problema en remplazar el rojo y
el azul tradicional de Quito por la banda multicolor de su partido político. Ahora
le cierra el paso a un evento tradicional de las fiestas, pero no tiene empacho
en promover un concierto multitudinario que le cuesta a la ciudad más de 100
veces lo que costaba el apoyo a las tradicionales carreras de coches de madera.
Como decían por
ahí el otro día, no quiero un Quito complaciente; quiero un Quito incluyente y
que no sea botín político de unos cuantos. Esperemos que este sea otro “error
administrativo” y que se dé paso a las carreras. Si no, como decía don Marco,
el próximo año tendrá que buscar el auspicio de la empresa privada y, nosotros,
ver si la ciudad no pierde un lugar más de convivencia urbana y otro de los elementos
culturales que identifica al Quito ‘de a de veras’.