Las ciudades son
lugares donde la gente se reúne para intercambiar ideas, relajarse y disfrutar.
El espacio público de la ciudad – sus calles, plazas y parques – es el
escenario catalizador para estas actividades.
Richard Rogers –
Ciudades para la gente.
Para mejorar el
desarrollo de las ciudades es necesario diseñarlas pensando en el ser humano
como su principal actor; por tanto, deben ser sustentables, saludables, seguras
y vivaces. Es esta dimensión humana la que por años ha sido dejada de lado, se
ha priorizado temas como el tráfico o el
estado de las calles; esta noción modernista ha dado poco peso al espacio
público, este lugar de convivencia ciudadana que enriquece tanto a la ciudad
como al individuo.
La función
tradicional de la ciudad como un lugar de reunión ha sido reducida o
completamente eliminada. En los países en desarrollo la dimensión humana es aún
más compleja y seria; la gran mayoría de la población está forzada a usar el
espacio de la ciudad intensamente para sus actividades diarias. Por primera vez
en la historia a nivel mundial, poco después del milenio, la mayoría de la
población se convirtió en urbana; con ciudades que han crecido rápidamente siendo
una tendencia que continuará en los próximos años.
El desarrollo de
ciudades más vivas, sustentables y saludables debería ser el objetivo
primordial de cualquier administración pública; en el caso quiteño, esta
planificación pensada en el ser humano ha sido casi nula, se han privilegiado,
por lo menos en discurso, temas como el tráfico, mientras que iniciativas como
las ciclovias han tenido un éxito marginal y han sido muy criticadas.
En cuanto a la
vivencia de los espacios públicos éstos han estado casi siempre atados a una
visión mercantilista del espacio, sin siquiera mencionarlos como catalizadores
de una vivencia cultural de la ciudad. Al parecer, este criterio, frío, poco
elaborado, complaciente sigue siendo el eje de trabajo del Actual Alcalde de
Quito, Mauricio Rodas, quien con poca capacidad de liderazgo no ha logrado
transmitir, a los altos funcionarios de su administración, su visión de ciudad
(si es que la tiene, pues no se la conoce).
Esta falta de
visión o falta de liderazgo a provocado la renuncia del equipo de la Secretaría
de Cultura del Municipio, Miguel Alvear ex Director de Creatividad, Memoria y
Patrimonio decía en El
Comercio que la renuncia del equipo se debía a que el Municipio de Quito se
empeña en seguir entendiendo a la cultura como un tema de espectáculos y acontecimientos y que la visión de su equipo
era distinta. Francamente entendemos que jamás existió una acción coordinada
entre la Alcaldía y la Secretaría de Cultura, esto explicaría las acciones de
unos y otros en temas como: Coches de madera, venta y posterior gratuidad de
las entradas del concierto de Sting, el mismo concierto de Sting y otros acontecimientos que los ciudadanos
comunes jamás comprendimos.
A la renuncia de
Andrade y su equipo se unió la del Gerente de la Empresa de Pasajeros de Quito,
quien de acuerdo con versiones extraoficiales, se negó a firmar un contrato.
Otra renuncia fue la del Procurador del
Municipio.
En principio no
hay nada de malo en una “oxigenación” del equipo, en especial cuando éste no
tiene las mismas concepciones de la autoridad; está claro que lo que se
necesita es un equipo de gente cohesionado tras una visión de ciudad clara y
una definición de objetivos para que puedan sacar adelante los proyectos (si es
que existen proyectos). Sin embargo, lo que nos llama la atención es lo rápido
que ha ocurrido esta oxigenación en la actual administración, sin un plan claro
de ciudad y con soluciones sólo tipo parche es inevitable que funcionarios más activos
en su área de gestión no estén dispuestos a comprometerse con una visión
exclusivamente política, (como parecería ser el caso de Andrade y compañía) de
una autoridad obsesionada con mantener solamente su buena imagen, una autoridad
que al parecer, desconoce cómo gobernar y que puede tener grandes problemas de
reacción cuando sea necesario.