Cada año espero
con entusiasmo la llegada del Verano de las Artes Q, antes llamado Verano
Q o Agosto mes de las artes. Durante
el mes de agosto el Municipio de Quito bota la casa por la ventana e invierte importantes recursos en la
organización de cientos de eventos con una interesante oferta cultural que
incluye conciertos al aire libre y actividades lúdicas y recreativas que
disfrutamos los quiteños durante el verano. Reconozco que es un gran esfuerzo de
planificación en una urbe de más de dos millones de habitantes y con una
población tan diversas. He sido una asidua visitante de estas actividades,
especialmente las realizadas en el parque Itchimbía los dos últimos fines de
semana, donde asistí a los conciertos organizados en tres escenarios al aire
libre; y me ha llamado la atención cómo el Municipio ha tenido gran acierto en organizar
eventos pero casi nada de efectividad en cuanto al control.
En la ordenanza
284 se establecen claramente los requisitos y normas que debe cumplir quien organice un evento público. Entre ellos
constan una larga lista de autorizaciones que incluyen desde permisos de
bomberos, certificación de vías de acceso, seguridad, baterías sanitarias,
entre otros. Las empresas dedicadas a
estos menesteres ya son duchas en el asunto y saben al dedillo la lección, pero
tal parece que casa adentro la cosa es muy distinta.
Si bien es
cierto hemos tenido la oportunidad de disfrutar de artistas internacionales de
la talla de la mexicana Lila Downs, la orquesta Fernández Fierro de Argentina,
Hoppo y artistas locales tan importantes
como Alex Alvear, el grupo Nin, por nombrar algunos; y que estos se han
presentado con excelentes condiciones de
amplificación y grandes tarimas; el Municipio ha descuidado totalmente lo que
dicta la ordenanza en mencón, especialmente en lo que tiene que ver con la seguridad
de los asistentes, así como el escaso control con el expendio de bebidas
alcohólicas y sustancias estupefacientes.
En los días que asistí al parque, con suerte vi un par de efectivos
policiales.
Hay que darle un
jalón de orejas a los organizadores por el tema de la seguridad. Acuérdense cómo somos auscultados al entrar a
cualquier concierto en un lugar público: hay gran seguridad para que los
asistentes no ingresen con bebidas alcohólicas, comida y demás; sin embargo el
parque Itchimbía, al estar en un espacio
tan amplio, no cuenta con este tipo de seguridad y es evidente que se les fue
de las manos.
A la voz de
“trópico” o “canelazos” se expendía licor entre los asistentes sin control
alguno. Cualquier hijo de vecino podía entrar con su mochila y vender lo que
quería. Y por supuesto no faltaron los
que llevaron el licor de rigor camuflado en tomatodos. El alcohol y otras
sustancias a disposición de todos. Como se trataba de conciertos al aire libre
y en horarios familiares, muchos llevaron a niños pequeños. Un espectáculo
paralelo se vivió en el público para quienes fuimos en familia a disfrutar de
los conciertos: jóvenes pasados de alcohol bailando a empujones y circulando de
mano en mano el tomatodo o el vacito de bebida, otros mareados fumando “algo
más que cigarrillos” y todo esto a vista y paciencia de la autoridad que
brillaba por su ausencia.
Hay que hacer un
mea culpa también para quienes abusan de esta falta de control. La clásica “sapada” al observar que nadie
controla nada hizo que algunitos hasta se roben los sillones que había elaborado
el Municipio para que los espectadores disfruten de los eventos comodamente.
Con gran vergüenza ajena tuve que escuchar a la directora del Teatro Sucre
antes de presentar una banda internacional, decir que “no se vayan a robar los
sillones, que ya llevan casi treinta robados”. ¿Dónde queda nuestra cultura ciudadana? Así como exigimos control, también debemos
ser corresponsables de las malas acciones.
Es evidente que
las sanciones que supone la ordenanza 284 no se van a acatar al ser los
infractores juez y parte, solo espero que los señores del Municipio se
dignen en controlar un poco más a los malos ciudadanos y logremos disfrutar de
lo que queda del Verano de las Artes 2015.
Gigi Briceño