Quito, nuestra
querida “carita de Dios”, que fuera declarada Patrimonio Cultural de la
Humanidad por la UNESCO en 1978, ha tenido que soportar una vez más la furia de
los “marchantes”, que con el pretexto de unirse al paro convocado por
diferentes actores sociales para reclamar una serie de demandas al gobierno
central, han aprovechado la coyuntura para desplegar toda su ira contra los
bienes públicos de la ciudad.
La renovada
Plaza Chica en el Centro Histórico de la capital (en las Calles Guayaquil y
Espejo) fue el escenario de un crudo enfrentamiento entre la Policía Nacional
que trataba de guardar el orden y manifestantes violentos que lanzaron piedras,
palos, proyectiles caseros y las propias cercas de seguridad, avivados por un
ímpetu descontrolado sin importar heridos y destrozos materiales. Las consecuencias a la vista de todos: bancas
destruídas, paradas de trolebús dañadas, adoquines de la centenaria Plaza San
Francisco arrancados, paredes pintadas con grafittis, clavos y alambres en las
paredes de inmuebles Patrimoniales, por nombrar algunos de los daños causados.
Pero eso no es
todo. El irrespeto por el espacio público no solo sucede contra los bienes
patrimoniales, que ya es batante decir; sino que con motivo del llamado “paro
indefinido”, los manifestantes se han tomado el parque El Arbolito junto a la
Casa de la Cultura; y con el consecuente efecto que conlleva albergar decenas
de personas por varios días en condiciones bastante precarias. El parque se convierte
en baño, concina, dormitorio y patio trasero por varios días. Un lugar de
esparcimiento y recreación que en los últimos días de vacaciones está
prácticamente inutilizado por los habitantes capitalinos.
Las
consecuencias a vista y paciencia de todos: árboles destruidos, ingentes
cantidades de basura, el césped deteriorado a su extremo, automóviles en medio
parque, entre otras acciones. El espacio público a merced los manifestantes
haciendo lo que les parece.
¿Y ahora quién
paga los platos rotos? Le tocará al propio Municipio arremangarse y ponerse a
reconstruir lo destruido. ¿Acaso no existe una ordenanza (260) que protege los
bienes patrimoniales y que sanciona su maltrato? ¿Dónde está el Municipio
sancionando a los infractores? Claritas se vieron sus caras en todos los
noticieros nacionales, no son desconocidos.
¿Y qué pasa con los quiteños y con nuestros
visitantes?, ¡Respetémonos señores! Y
esto va para quiteños y foráneos, para autoridades y para ciudadanos de a
pie. ¿No nos jactamos de tener el Centro Histórico
mejor conservado de Latinoamerica? ¿Acaso no queremos todos tener más y mejores
áreas verdes?¿ Acaso no somos felices con las paradas de buses que nos
resguardan del frío y el inclemente sol del verano? Hagamos conciencia, el
espacio público manifestación o no, es de todos.
Gigi Briceño