En un mundo con un crecimiento poblacional en
permanente crecimiento, donde las urbes concentran la mayor parte de los
habitantes del planeta, la movilidad es una problemática constante. Las
metrópolisis hoy en día tienen como tema prioritario el transporte público y
por tanto es prioritario contar con vías que conecten a la ciudad (vías en buen
estado y las suficientes); pero así mismo con el transporte para abastecer a la
mayor parte de la población, especialmente en ciudades como Quito donde el 76%
de su población se moviliza en este medio.
Si bien es cierto las ciudades con mayores recursos
le han apostado a tener un transporte público de gran calidad, como aquellas
que cuentan con el metro como parte medular del sistema integrado de
transporte; tanto las administraciones locales como los habitantes han optado
por movilizarse en medios alternativos.
Por un lado resuelven el tema de transportarse de manera más eficiente y
sustentable con el ambiente, y por otro resulta más económico.
Quito es una ciudad que crece a un ritmo de 60.000 habitantes
por año aproximadamente y el transporte es un problema latente que han tenido
que afrontar todas las administraciones
con las que ha contado la ciudad; sin embargo, hay hábitos que podemos adoptar
como ciudadanos, y aunque el Sistema de Bicicleta Pública y la implementación
de ciclovías es una gran alternativa, es incipiente, apenas un 1% de quiteños los
utiliza.
La ciudad requiere otros medios alternativos para
paliar la situación hasta que se logren construir los grandes proyectos que se
tienen programados: Quito Cables y Metro de Quito. Ambos proyectos ambiciosos,
con costos elevados, pero sobre todo con una ejecución a largo plazo. Es imperativo
buscar alternativas para la movilidad y aquí hay que hacer un mea culpa a los ciudadanos. En otras
grandes urbes los temas de solidaridad, sustentabilidad y responsabilidad son
parte de la solución. El uso de la
bicicleta como medio de transporte existía antes de la implementación de las
bicicletas públicas; y aunque incipiente, si resultan una gran alternativa. Son
cada vez más las ciudades que se han sumado a esta iniciativa que lleva
implementándose desde 1964 (Amsterdam fue la primera ciudad donde se experimentó
este sistema de transporte). A partir de
ahí se fue esparciendo a varias ciudades en Europa, China y en Latinoamerica: Buenos
Aires, Río de Janeiro, Santiago y Quito. Hoy en día el sistema de bicicleta
pública más grande es el de Hangzhou en
China, que cuenta con 60.600 bicicletas y sigue en aumento.
Las bicicletas han mejorado no solo la movilidad, si
no que han contribuido a reducir las emisiones de CO 2 y ha mejorado la
calidad de vida al ser a la vez un
ejercicio físico. Sin embargo, no solo la bicicleta es un medio alternativo. Hay
varios ejemplos que podríamos implementar con una buena organización ciudadana.
En Europa por ejemplo, están en auge los sistemas de auto compartido, no solo
para realizar viajes a menor costo en largas distancias, sino también para compartir el auto dentro de las
ciudades y evitar la congestión. En San Francisco, Estados Unidos, otro ejemplo
es el sistema City Car Share, que
funciona igual que las bicicletas públicas; existen estaciones donde tomar un
auto, ir al destino que se quiere y dejarlo ahí para uso de alguien más. Si
bien el servicio no es gratuito, facilita el tema del parqueo y es una buena
opción para quien no tiene vehículo y lo quiere usar eventualmente.
En Quito, si uno se queda durante diez minutos
observando la fila de autos en una transitada avenida, podrá observar
fácilmente que la mayoría de vehículos llevan tan solo a un conductor. Los
quiteños –hay que decirlo- somos bastante cómodos. Queremos parquear lo más
cerca de nuestro destino, no nos importa estacionar el en doble fila, en la
vereda o en sitios no autorizados; queremos usar el auto para ir a pocas
cuadras de la casa, lo usamos inclusive para encontrarnos con amigos en vez de
compartir el viaje. Es evidente que todos tenemos derecho de tener nuestro
carro y usarlo a nuestro antojo, pero también es cierto que si queremos
soluciones no debemos esperar que siempre estas vengan de parte de las
autoridades. Analicemos cada uno nuestra propia situación. ¿Estamos realmente
dispuestos a generar un cambio? No hay que dejar de exigir el cumplimiento de
ofrecimientos de nuestros mandantes capitalinos, pero también hay que ver qué
hacemos desde nuestro pequeño nicho para solucionar el problema.
Gigi Briceño