Vivo en una ciudad caótica, ruidosa,
contaminada y a ratos desquiciante. A
veces me pregunto qué hago aquí y si no sería más fácil salir huyendo, pero
siempre encuentro una razón para quedarme: casi siempre luego de un paseo por
el parque, de tomar un buen café o simplemente de ver llover. Quito no es una
ciudad organizada, no está diseñada para caminar ni para andar en bicicleta
(aún cuando algunos nos neguemos a rendirnos), pero al mismo tiempo no soporta
más vehículos. David Harvey sostiene que “la estructura de la ciudad es el
producto de la dinámica capitalista” y que parte del problema proviene de la
acumulación de capital en las ciudades que funcionan como fuentes de producción
de dinero. Así, construir en la ciudad
resulta un negocio rentable siempre y cuando se destine a estratos
socioeconómicos altos, mientras que la
inversión en viviendas asequibles a la población con menos recursos se reduce. Dinámicas que
alternan modelos de convivencia, pues constituyen una manera distinta de ver la
vida. No poder salir sin un permiso es vivir encerrado entre murallas sin
experimentar la ciudad.
Una experiencia urbana con un mínimo de
contacto no es tal cosa, forma parte de una existencia poco sociable y por
tanto nada acorde con lo que significa vivir en una ciudad. En Quito contamos
con una administración municipal que en el discurso habla sobre la posibilidad
de vivir mejor, de entender las relaciones que existen entre los distintos
elementos de la ciudad, pero que cada vez muestra un completo desconocimiento de
lo que significa vivir en comunidad, y privilegia la resolución de pequeños
parches antes que soluciones definitivas. Hablan de reducción de publicidad
pero aumentan los gastos de propaganda, hablan de un Quito en el que sí se
puede vivir mejor pero no hay ninguna solución de movilidad (Cuenca hizo hoy
las primeras pruebas para el tranvía, en Quito ni se ha adjudicado la empresa
para construir el metro), se habla de
reducir la publicidad pero al mismo tiempo las pocas intervenciones se
convierten en propagandas al usar los colores del partido político del alcalde.
Hablan de reducción de publicidad pero sin embargo el alcalde hace una cadena
radial para sus programas.
En fin, como quiteños seguimos esperando
que la ya no tan flamante administración municipal nos muestre eso de que “sí
podemos vivir mejor”.
Sonia Espinosa