Parecería que Quito cierra por
este año su periodo seco, lo que significa que el intenso sol con los
consecuentes incendios van quedando como un hecho del pasado.
La ciudad y sus autoridades deben ahora presentar el informe de lo ocurrido durante esta época en la ciudad; no solo para tomar las acciones pertinentes que permitan remediar los daños causados al medio ambiente por los incendios; sino y sobre todo, para mejorar la capacidad de respuesta de la ciudad frente a situaciones como las vividas semanas atrás.
La ciudad y sus autoridades deben ahora presentar el informe de lo ocurrido durante esta época en la ciudad; no solo para tomar las acciones pertinentes que permitan remediar los daños causados al medio ambiente por los incendios; sino y sobre todo, para mejorar la capacidad de respuesta de la ciudad frente a situaciones como las vividas semanas atrás.
El balance de los incendios ocurridos en Quito no podría ser otro que negativo. La muerte de los cadetes Jonathan Nacimba, Jonathan Dionisio y del cabo Marco Bastidas, debe ser para todos los quiteños, no solo una noticia que lamentar, sino una realidad que debe ser explicada.
Alcaldías
anteriores (Moncayo y Barrera) tuvieron que enfrentar épocas de fuertes
incendios; de ahí nació el Plan Fuego que fue ejecutado por ambas
administraciones. En aquellos años, los
alcaldes supieron priorizar el bienestar de la ciudad, por sobre su imagen y
necesidades de protagonismo.
En el incendio
de Puembo, pudimos ver por las pantallas
de los canales nacionales, cómo entre humo y llamas, los bomberos caídos eran
rescatados por sus compañeros. Los vimos sin ropa adecuada para enfrentar
incendios (se podría asumir que fue debido a que era el primer incendio de estas
proporciones que enfrentaban), pues dos de ellos acababan de pasar el curso
para ejercer este oficio y aún no contaban con la indumentaria de rigor.
Esas imágenes sin
embargo, no son las que más cuestionamientos han traído a la opinión pública; la
más controversial fue aquella en la que el Jefe del Cuerpo de Bomberos
desfilaba por las calles del centro de Quito escoltando los ataúdes de los tres
fallecidos. Con sus trajes de gala recién salidos de la tintorería y la banda
castrense tocando las notas fúnebres, los cuerpos de estos verdaderos héroes de
la ciudad, eran mostrados como un elemento distractor para evadir las reales
preguntas, que hasta ahora no han sido respondidas por el Comandante Eber Arroyo
ni por el Secretario de Seguridad y menos aún por la máxima autoridad de la
ciudad.
Está muy bien
que el alcalde condecore a quienes sacrificaron sus vidas por proteger nuestra
ciudad, que por cierto la condecoración debería hacerse extensiva a todos los
bomberos de la ciudad; pero esto, por ningún motivo puede ser una excusa para
que autoridades, familiares y toda la ciudadanía, dejemos de exigir una
explicación sobre la muerte de estos jóvenes.
En otros años
los incendios devastaron muchas más hectáreas que este y las condiciones fueron
así mismo, más difíciles (menos equipamiento, elemento humano), pero se lograron
combatir los incendios forestales sin pérdidas humanas que lamentar.
Esto no es un
tema menor; el alcalde y los concejales deben exigir una explicación clara y
una investigación por parte de la fiscalía de lo ocurrido. Ceremonias,
homenajes y medallas no taparán el hecho que hay tres familias de luto, que
perdieron a sus seres queridos por una negligencia que tiene responsables.
Ninguna muerte
puede servir de pantalla política y tampoco de trampolín para falsos héroes que
convierten a la tragedia en su momento de fama.
Claudia
Armendáriz