Recuerdo cuando
hace algunos años se empezó a implementar el sistema de tarifario de
estacionamiento público “Zona Azul” en la ciudad de Quito. En un principio
causó gran rechazo entre los dueños de vehículos privados, a los que les parecía inaudito que se regule
el espacio público y para colmo que se cobre por su uso. Años más tarde, los
quiteños nos acostumbramos a que en las zonas más congestionadas de la ciudad,
haya que pagar por el uso de estos espacios.
También recuerdo que
se tuvo que capacitar a los “cuidadores de carros” para que empiecen a cobrar
la tarifa asignada, hagan los tickets de rigor y trabajen de la mano con la
policía metropolitana, encargada de supervisar si se está realizando el pago. Según
la ordenanza 0111, el dinero recaudado por este servicio es para el “mejoramiento
de la policía metropolitana”. (Habrá que ver si en efecto los dineros se están
invirtiendo en eso y si el propósito ha rendido los frutos esperados).
Aunque ya nos hemos
habituado a la “Zona Azul”, no faltan los vivos que pagan una hora y se quedan
tres, o los que salen corriendo para que los cobradores no les salgan al paso
con el ticket ya impreso; ante lo cual quienes se encargan de cobrar por el
servicio (que también pueden ser tan o más vivos que los conductores), hacen el
ticket y se lo ponen entre las plumas para cobrar cuando el dueño venga a
recoger su auto.
Con sus defectos y
virtudes el sistema funciona en horarios de oficina, pero ¿qué pasa con estos
espacios una vez terminado este tiempo? En muchos lugares, los propios
cuidadores o su relevo se apropian de la calle y empiezan a cobrar a su antojo
con tickets valorados que hay que pagar anticipadamente.
Hace unos días fui
a comer algo con unos amigos alrededor de las ocho de la noche cerca de la
tribuna de los Shyris. Nos estacionamos en zona azul (que a esa hora ya no
rige) y enseguida se acercó un muchacho con un ticket valorado en $3. Le
dijimos que con gusto pagaríamos a la salida, ante lo cual el muchacho
amenzante nos dijo que no respondería si algo le sucedía al carro. ¡Qué tal!
Ahora resulta que los “cuidadores” se adueñan de la calle y hay que hacer lo
que piden y si no atenerse a las consecuencias.
Por otro lado, los
señores cobradores de la “Zona azul” ya no le dicen a uno: “Le cuido el carro”,
ellos solo están para cobrar el uso del espacio. Antes por lo menos le cuidaban
el carrito, ahora se queda a merced de los dueños de lo ajeno y ya en dos
ocasiones he sido víctima de robos parqueada en la “Zona Azul”.
Es necesario hacer
una evaluación de cuán favorable ha resultado el “Sistema de Estacionamiento
Rotativo Tarifado Quito Zona Azul” (como se llama por ordenanza) y aunque considero
positivo que se pague el derecho a estacionarse en zonas de gran circulación,
también creo que es menester de todos quienes habitamos esta ciudad velar por
que los espacios públicos, sean utilizados de manera responsable.
Gigi Briceño