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domingo, 7 de mayo de 2017

Rodas, ni político ni alcalde




En una semana se cumplen tres años de la alcaldía de Mauricio Rodas, tiempo suficiente para evidenciar si hubo un giro sustancial en la forma de administrar Quito, pero también para analizar  la  puesta en marcha de su programa de gobierno y en su forma de liderar a la capital de los ecuatorianos. 
El balance que hacemos desde Quito Vigila y que lo hemos denunciado en múltiples ocasiones es que a Mauricio Rodas el cargo de alcalde le ha quedado muy grande. No ha logrado consolidarse como un político y líder de su partido (SUMA), ni tampoco como un alcalde que ha sabido resolver los problemas de una ciudad que crece a pasos agigantados y que demanda soluciones inmediatas.
Rodas llegó a la alcaldía de Quito con el respaldo de muchos quiteños que vimos en él un hombre joven, sin los vicios de la partidocracia y con planteamientos frescos, diferentes.  Sus propuestas innovadoras en temas de conectividad, de diversificación del empleo, de soluciones viales lo mostraban como la figura que podría darle un giro a la Carita de Dios, sin embargo, hoy, luego de tres años de su administración el panorama es preocupante.
Más allá de consolidarse como un alcalde que ha sabido imponerse, que ha logrado acuerdos y consensos en el núcleo del Concejo Municipal y con actores sociales, tenemos un alcalde timorato, tibio, sin el liderazgo claro para mantener a sus propios concejales de bancada que a lo largo de este tiempo lo han ido abandonando y que lo contradicen. No logró afianzar su partido y a sus partidarios, pero tampoco fue lo suficientemente astuto para lograr una alianza fuerte con sus aliados de CREO.  Se pensó en algún momento que podría ser el binomio de Lasso, pero no supo o no pudo entrar en el “juego de la política” como se debe.
Aunque  la alianza SUMA-CREO se hizo pública, fueron casi nulas sus apariciones junto al candidato-banquero.  En todo el periplo de protestas por el supuesto fraude que aducía Lasso, el alcalde Rodas desapareció. No lo vimos dando declaraciones públicas, ni apoyando la teoría del fraude y mucho menos haciendo respetar a la ciudad de Quito como su máxima autoridad  frente a los destrozos y el caos generado por las protestas.
Nos hemos acostumbrado a una alcaldía que solo figura en la opinión pública cuando es parte de un escándalo: ya sea de corrupción como el sonado caso de la constructora del metro, Odebrecht, o cuando se cuestionan las obras con falta de visión y planificación urbana como los Quito Cables o la Solución Víal Guayasamín.
¿Cuál es la obra emblemática por la que pasará a la historia la administración de Rodas? Nos preguntamos.  Haciendo un balance de sus tres años de gestión vemos que solo ha seguido con los proyectos que ya estaban planificados por la administración anterior y que su aporte no ha sido más que hacer unas mejores mínimas en parques y paradas de trolebús. 
Rodas, torpemente no supo capitalizar su juventud y por el contrario se enquistó en una suerte de letargo adornado con bambalinas  cada vez que hace una aparición pública.
Vemos cada día cómo aumenta el malestar de los sectores a los que ofreció soluciones como los taxitas y los comerciantes que lo apoyaron y a quienes hoy les ha dado la espalda. Vemos también cómo la viabilidad de los quiteños cada vez es más compleja y no hay una solución a corto plazo para este problema. Somos testigos de la falta de prevención con la llegada de la época de lluvias y vemos una ciudad cada día más deteriorada. Vemos con tristeza que más allá de haber un cambio positivo con un alcalde joven, nuestra querida ciudad se hunde cada día.  
Esperamos que el recuento se haga también casa adentro, que se haga un análisis a conciencia y un mea culpa, hay que ser autocríticos y tratar de ver en dónde se falló para enmendar los errores en este corto tiempo que aún le queda.  Aunque sinceramente hemos perdido casi toda esperanza tras tres años de una actuación que nos deja más dudas que certezas, más desesperanza que anhelos y más frustración que alegrías.

Miguel Jiménez