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viernes, 30 de octubre de 2015

Cuando se convierte en una obligación


No sé si a ustedes les pasa lo mismo, pero  para mí, las cosas se vuelven aburridas cuando se convierten en una obligación, y muy a mi pesar me temo que esta es una de esas ocasiones. Cuando empezamos este blog, de manera voluntaria ante un grupo de amigos acepté gustosa el papel de escritora “residente” y dedicaba las mejores horas de mi ocio a plasmar unas pocas líneas. Este blog nació como un esfuerzo enteramente ciudadano de un grupo de amigos frustrados con el cambio que tomó la ciudad y dispuestos a reflexionar sobre Quito; no ha sido fácil, hemos enfrentado el ataque de los “defensores” de la gestión del Municipio de Quito, quienes ante la falta de argumentos han optado por atacarnos de manera personal; sin embargo no hemos perdido nunca la fe y la convicción de que ésta es una ciudad en la cual vale la pena vivir.

Conforme ha pasado el tiempo nosotros también hemos crecido, y lo que empezó como una iniciativa de 4 amigos, hoy cuenta con el apoyo voluntario de muchas personas más, y esto hace que nuestro esfuerzo de convertirnos en una ventana para mirar Quito sea mucho más exitosa. También fue necesario poner un poco de orden y aún cuando a ratos perdimos la ingenuidad que nos caracterizó en nuestros primeros días, hemos ampliado nuestro rango de acción, tenemos muchos más seguidores en facebook y en tuiter (para los mal pensados cuando nos hemos promocionado no hemos recibido el apoyo de nadie y lo hemos hecho como parte de una decisión del grupo) hay más gente de esa de carne y hueso (aunque insistan en llamarlos trolls), que nos ven como un sitio donde ventilar sus problemas y sus quejas con la administración municipal, a todos ellos un infinito gracias y esperamos no desilusionarlos.

Mi compromiso con este proyecto ha sido completo, sin embargo tener un blog es un esfuerzo no solo de disciplina, sino más bien de infinito respeto con los lectores que esperan (o que al menos así uno quiere creer) puntualmente la publicación de los desvaríos. Hubo semanas en las que la inspiración me abandonó y produje textos que son un reciclaje de los anteriores (lo sé no crean que no me di cuenta), así mismo hubo días en los que la pasión por  tener  una mejor ciudad, me movió a producir mis mejores textos. Ahora es tiempo de seguir adelante, no quiero decir que he perdido mi vocación de colaborar con esta maravillosa iniciativa, pero mi tiempo al menos al frente del blog ha terminado.  En las últimas semanas otras personas han escrito y estoy segura que le han dado una visión más diversa  a lo que tiene que ser un colectivo pluralista.
Para mí esto no puede ser una obligación o pierde toda lógica. Así que por ahora me despido. ¡Hasta luego!


Rocío Pérez

martes, 27 de octubre de 2015

La silla vacía


En varias ocasiones se ha planteado la necesidad de adoptar el sistema de la “silla vacía” en el municipio capitalino. La “silla vacía” es un sistema que de implementarse,  permitirá a los ciudadanos tener voz y voto en los debates del concejo metropolitano.

Tanto la Constitución de 2008,  la Ley Orgánica de Participación Ciudadana (2010) y el COOTAD (Código Orgánico de Organización Territorial art. 302),  establecen el derecho de la ciudadanía de participar en la toma de decisiones de sus gobiernos.

La Ley de Participación Ciudadana dice claramente que se debe “garantizar el ejercicio de los derechos de participación de las ciudadanas y los ciudadanos, colectivos, comunas, comunidades, pueblos y nacionalidades indígenas, pueblos afroecuatoriano y montubio, y demás formas de organización lícitas, de manera protagónica, en la toma de decisiones que corresponda, la organización colectiva autónoma y la vigencia de las formas de gestión pública con el concurso de la ciudadanía; instituir instancias, mecanismos, instrumentos y procedimientos de deliberación pública entre el Estado, en sus diferentes niveles de gobierno, y la sociedad, para el seguimiento de las políticas públicas y la prestación de servicios públicos”.

Con este marco normativo y si bien es cierto el Municipio ya cuenta con ordenanzas (187 y 123), así como con la creación de un Consejo Metropolitano de Planificación donde se encuentra incorporada la  participación ciudadana que en su constitución estipula la participación de colectivos sociales o representantes de la sociedad civil,  no se ha logrado hasta la fecha que dentro de las sesiones ampliadas del Concejo exista este componente.

Se ha debatido en múltiples ocasiones la mecánica que debería tener esta participación. En enero de este año los concejales de País, propusieron la moción para que el proyecto se ponga sobre la mesa del debate, pero no lograron grandes avances. Esta semana nuevamente el tema vuelve a la palestra del Concejo, ahora convertido en proyecto de ley para el primer debate de la mano de la Vicealcaldesa y Presidenta de la Comisión de Participación Ciudadana y Control Social, Daniela Chacón.

Según reporta  la página web de la alcaldía, el Concejo Metropolitano de Quito conoció en primer debate la propuesta de reforma a la Ordenanza que regula el Sistema de Participación Ciudadana y Control Social, este proyecto busca justamente implementar el sistema de la “silla vacía” mediante un mecanismo de acreditación, pero la propuesta dice que solo podrán hacerlo en proyectos de ordenanza y siempre y cuando el tema a tratar tenga una afectación directa al ciudadano o colectivo al que representa; esto con el fin de evitar que sea una plataforma de reclamo ciudadano. Es decir, el Municipio se reservará “el derecho de admisión”.

Si bien es cierto esta reforma está en un primer debate y sufrirá las adecuaciones del caso hasta llegar a un consenso, el tener un espacio de ejercicio democrático dentro de un GAD es un gran paso para acercar a la ciudadanía a la toma de decisiones de sus mandantes. Pero es importante también señalar como se explicó en un inicio, que ya existen mecanismos legales que amparan la participación ciudadana y la “silla vacía” es uno más. 
Estaremos vigilantes de que la ley se cumpla, de que este proceso se haga de manera transparente y se aplique como debe ser: un real ejercicio de participación ciudadana.


Miguel Jiménez

viernes, 23 de octubre de 2015

Publicidad engañosa a la falta de obras

Vivo en una ciudad caótica, ruidosa, contaminada y a ratos desquiciante. A veces me pregunto qué hago aquí y si no sería más fácil salir huyendo, pero siempre encuentro una razón para quedarme: casi siempre luego de un paseo por el parque, de tomar un buen café o simplemente de ver llover. Quito no es una ciudad organizada, no está diseñada para caminar ni para andar en bicicleta (aún cuando algunos nos neguemos a rendirnos), pero al mismo tiempo no soporta más vehículos. David Harvey sostiene que “la estructura de la ciudad es el producto de la dinámica capitalista” y que parte del problema proviene de la acumulación de capital en las ciudades que funcionan como fuentes de producción de dinero.  Así, construir en la ciudad resulta un negocio rentable siempre y cuando se destine a estratos socioeconómicos altos,  mientras que la inversión en viviendas asequibles a la población con menos recursos se reduce. Dinámicas que alternan modelos de convivencia, pues constituyen una manera distinta de ver la vida. No poder salir sin un permiso es vivir encerrado entre murallas sin experimentar la ciudad.

Una experiencia urbana con un mínimo de contacto no es tal cosa, forma parte de una existencia poco sociable y por tanto nada acorde con lo que significa vivir en una ciudad. En Quito contamos con una administración municipal que en el discurso habla sobre la posibilidad de vivir mejor, de entender las relaciones que existen entre los distintos elementos de la ciudad, pero que cada vez muestra un completo desconocimiento de lo que significa vivir en comunidad, y privilegia la resolución de pequeños parches antes que soluciones definitivas. Hablan de reducción de publicidad pero aumentan los gastos de propaganda, hablan de un Quito en el que sí se puede vivir mejor pero no hay ninguna solución de movilidad (Cuenca hizo hoy las primeras pruebas para el tranvía, en Quito ni se ha adjudicado la empresa para construir el metro),  se habla de reducir la publicidad pero al mismo tiempo las pocas intervenciones se convierten en propagandas al usar los colores del partido político del alcalde. Hablan de reducción de publicidad pero sin embargo el alcalde hace una cadena radial para sus programas.

En fin, como quiteños seguimos esperando que la ya no tan flamante administración municipal nos muestre eso de que “sí podemos vivir mejor”.


Sonia Espinosa

El barrio


Cuando escucho la palabra “barrio”, vienen a mi memoria los recuerdos de infancia cuando el barrio era parte de nuestra identidad y parte de nuestra cotidianidad. Pertenecer a uno u otro barrio representaba tener unos patrones identitarios definidos, no por nada se conoce a la gente de un barrio por sus comidas, por sus juegos, su jerga o sus artesanos.

Cuando yo era niña, en mi barrio se hacían mingas para arreglar las veredas y parques; participábamos la familia entera. Era un día de trabajo, pero también era un día de fiesta. Había mucha comida que compartíamos entre vecinos, había  música y para los más pequeños el trabajo se convertía en un juego.

En las fiestas de Quito el barrio entero se reunía para organizar la consabida fiesta del cinco de diciembre y entre todos se adornaban las calles, se hacía el canelazo y se ponía la cuota para contratar el discomóvil.

En Quito sigue existiendo en algunos lugares esa manera de habitar la ciudad y ese sentir de barrio;  sin embargo, esta concepción es cada vez más lejana. La vorágine del crecimiento de la ciudad ha ido transformando la manera en que se relacionan sus habitantes. La proliferación de edificaciones y la inevitable super población de alguna zonas, ha cambiado sin duda las dinámicas de la urbe.  Ahora vivimos en edificios con más de veinte vecinos, a quienes ocasionalmente vemos en el ascensor y apenas si saludamos por cortesía. No sabemos qué hacen ni quiénes son los que viven en la puerta de enfrente, y este aislamiento ha traído consigo que los quiteños nos volvamos cada vez más individualistas y menos solidarios. El sentido de barrio se ha ido perdiendo paulatinamente.

La definición de barrio más acertada que he encontrado dice que barrio es  “parte de una población de extensión relativamente grande, que contiene un agrupamiento social espontáneo y que tiene un carácter peculiar, físico, social, económico o étnico por el que se identifica”.

Partiendo de esta premisa, también es interesante hacer un poco de memoria y ver cómo se formaron los barrios en Quito; si bien es cierto, las ciudades no siempre crecen de manera ordenada, también es cierto que el problema habitacional es permanente en las grandes ciudades y si no se controla de manera adecuada, desencadena en nuevas problemáticas para la ciudad. Muchos barrios nacieron de asentamientos, por tráfico de tierras o invasiones, y estos barrios improvisados crecieron sin accesos adecuados y sin servicios. El municipio ha tenido que hacerse cargo de regularizar su situación a fin de poder resolver las necesidades de sus habitantes. Muchos permanecieron en esta precariedad por años y atravesaron por varios avatares para lograr que se legalice su situación.

En la anterior administración municipal se creó el plan “Regula tu barrio” para dar solución a los cientos de barrios que se encontraban sin un sustento legal. Fueron 335 barrios en total los beneficiarios del plan, lo que correspondió a más de 125 mil quiteños. Fue un plan que si bien no fue fácil de implementar, tuvo resultados positivos.

El barrio de Atucucho en el norte de Quito por ejemplo,  por 30 años no encontró una solución al problema de tenencia de la tierra y de verificación de legítimos posesionarios y finalmente  logró su cometido. 

Se esperaba que la administración de Rodas continúe con los proyectos que dieron soluciones concretas y “Regula tu barrio” es una de ellas. Sin embargo y con asombro, hemos visto cómo el alcalde Rodas ha decidió que este plan no está entre las prioridades de su administración y por ende ha decidido reducir el presupuesto en este rubro.

La regularización de barrios es vital para la ciudad, por un lado porque ayuda a  poner orden al crecimiento desordenado, a  fijar el límite urbano y  a determinar los  mecanismos claros de control; y por otro lado los procesos de regularización han ido de la mano con el fortalecimiento de la organización social que ha permitido enfrentar las mafias, los chantajes y la extorsión de los lotizadores y traficantes de tierras, que por muchos años abusaron de la gente.

El sentido de barrio aquí va más allá de organizar una minga y cuidar del ornato, es luchar por el derecho de cientos de personas a tener una vivienda digna, con accesos y servicios básicos para una convivencia adecuada.  Son problemas complejos que hay que afrontar, que sabemos que no se resuelven de la noche a la mañana pero que sin duda los habitantes de Quito se lo merecen.

Gigi Briceño