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domingo, 28 de febrero de 2016

Del apoyo incondicional al condicionado


Antes de contar mi historia tengo que confesarlo: si hay algo que me causa especial malestar cada vez que tengo que tomar un taxi es saber que al momento de cancelar la carrera, el monto será el doble de lo que acostumbraba pagar antes de que al alcalde Rodas firmara el dichoso convenio con el gremio amarillo. Ese lidiar con el conductor en el precio total y no querer dejarle con un centavo más de lo marcado por el taxímetro o evidenciar intuitivamente si el famoso aparato está adulterado o no, son minutos de mi vida en que me convierto en una pantera frente a su cazador, dispuesta a defenderse ante cualquier zarpazo del conductor. El consuelo diario es saber que no soy la única que siente cierto malestar frente a los consabidos taxistas, y es que con el pasar del tiempo, el descontrol, la mala calidad del servicio y ese sentimiento abusivo de poder que han logrado obtener por el número de conductores y unidades, se han ganado a pulso la mala reputación y el poco aprecio de la ciudadanía.

Suelo ser solidaria con la pena ajena, pero va otra confesión, cada vez que escucho que los taxistas están inconformes o sienten malestar por algo, más bien siento que se lo merecen por su mal proceder y mal servicio.


Es medio día y por coincidencia de la vida tengo una cita en la Tribuna del Sur,  punto exacto donde se están reuniendo los colegas del taxi que acabo de abordar esa tarde. “Vamos a apoyar al “Canguil” (así le dicen al acalde)” me explica con una sonrisa forzada que se refleja en el retrovisor el señor taxista. Tuve suerte que este conductor iba al mismo lugar que yo, de otra forma no me hubiera llevado. El tráfico se pone denso mientras más nos acercamos. Pasamos la Magdalena y ya empiezo a ver las filas interminables de taxis amarillos parqueados cerca al lugar de encuentro, sin tener que preguntar mi conductor empieza el relato a manera de desahogo o confesión:  “Soy de la cooperativa San José de Amaguí desde hace un par de años y venimos a exigir al alcalde que se deje de medias tintas y de bailarín, queremos que nos cumpla su palabra y lo que nos ofreció en campaña, por eso le dimos el voto a cambio de subir las tarifas y de no permitir un solo informal más que nos quite el trabajo. Que regularice a las cooperativas que se quedaron a medio legalizar por el cambio de administración. Yo estoy bien enojado… Y para colmo los dirigentes si hoy no venimos a apoyar al alcalde nos clavan una multa de $50 dólares, así que tocó señorita, veamos que ofrece…”

De pronto baja la velocidad del auto por la congestión y dejo de escucharlo, vienen a mí varios recuerdos: Hace casi un año ya, con la ausencia de los nueve concejales del movimiento oficialista Alianza País, el Concejo Metropolitano de Quito aprobó en segundo debate  la ordenanza que incrementó las tarifas de taxi. Trece votos en total, once de la alianza Suma-Vive y dos independientes (antes de PAIS). Así dieron paso a la ordenanza que fue cuestionada por los oficialistas, quienes señalaron que el informe técnico para el incremento del costo del servicio de taxis no se ajusta a la realidad que viven los quiteños, es decir el alcalde cumplía con parte de su negociación sin importarle ir en contra de sus propios principios. Nos metió la mano al bolsillo de los quiteños para mantener contentos a los taxistas. Primó el fin político sobre los intereses ciudadanos echando por la borda ese ofrecimiento de “una Alcaldía con vocación de servicios”. 

Pero esto no fue suficiente para los amarillos. Apenas seis meses después se vino el siguiente levantamiento y claro enojo con el alcalde. Carlos Brunis, presidente de la unión de taxistas de Pichincha acompañado de varios dirigentes de cooperativas y su abogad,  iniciaron un juicio en contra de su “candidato” (ahora alcalde), para exigir claridad en el proceso de regularización y del incremento desmedido de cupos, que ha hecho que existan a la fecha más taxis irregulares que regulares desde que asumió la administración del Cabildo. Nuevamente la “Fuerza Amarilla” ponía al alcalde entre la espada y la pared, y al estilo del mejor bailarín logró apenas calmar las aguas.


No es ningún secreto que los taxistas apoyaron condicionadamente a Mauricio Rodas para llegar a la alcaldía. Es decir, el voto a cambio de sus exigencias. Es aquí cuando se justifica mi poco aprecio, ¿los taxistas son un grupo más de poder en nuestra ciudad, son capaces de paralizar la ciudad, de imponer sus criterios, de poner entre la espada y la pared a la ciudad y sus autoridades? Lo que si me queda claro es que escogieron al perfil adecuado, un candidato inexperto en el juego de la política, que en pocas palabras para conseguir su objetivo hizo pacto con el mismo diablo. Pongo en tela de duda la victoria de Rodas sin su apoyo sin ese minar diario de la “Fuerza Amarilla” en contra del candidato de oposición.

Justo en este momento es cuando el actuar de los taxistas encaja perfecto. El plazo y la paciencia se les terminó sin tanto esfuerzo y empezaron las marchas hasta el Municipio a día seguido de los taxistas informales. Incluyeron la decisión de seguir un juicio a la Alcaldía ante un Juez Constitucional por la falta de respuestas, también incluyeron la bandera roja en sus unidades como símbolo de su protesta, y hasta se dieron declaraciones por parte del presidente de la Federación de taxistas Jorge Calderón tildando al municipio y sus autoridades de “ciegos, sordos y mudos”. Todo esto ante la incapacidad de control del Municipio que parecía respaldar un problema difícil de resolver, un compadrazgo que parecía perderse entre la inconformidad y la falta de nuevos acuerdos; un tira y afloje de intereses.


Volviendo a mi relato, de repente frenamos y  se empezó a escuchar música tecnocumbiera. Llegamos al lugar de encuentro, pagué lo dudosamente marcado y me bajé. No era la típica concentración con gritos y carteles, sino más bien un concierto de música “chichera” con una gran tarima donde bailaban tres chicas en mini falda que exigían aplausos a los taxistas asistentes. Gran sorpresa, el Capi Zapata, vocero oficial y mediador de todo relajo citadino llegaba también. Rodeado de gente de protocolo subía, bajaba, hablaba por teléfono, daba instrucciones al maestro de ceremonia, pedía que se arregle el cartel de bienvenida y apoyo al alcalde. Saludo diligente con los principales dirigentes como Darío Tapia, secretario de movilidad y Fausto Miranda Supervisor de la Agencia Metropolitana de Tránsito que también se cruzaron con “el capi” y claro con toda la dirigencia del taxismo y Carlos Brunis a la cabeza.


Ya que estabamos ahí me quedé un rato de curiosa. De pronto se escucha una voz gruesa por  el alto parlante que insiste a los presentes no olvidar de firmar el documento de la asistencia. ¿será la única forma de constatar cuáles fueron las cooperativas presentes? (bastante descarado me pareció el anuncio). Camino en medio de la multitud y logro divisar un puesto de agua nada más y nada menos que de la empresa municipal de agua potable, de esas que se pone en las competencias deportivas. ¡Qué coincidencia! Diviso filas y filas de choferes esperando firmar la asistencia mientras se escuchan comentarios del miedo a la multa y a posibles represalias de la dirigencia. Las imágenes eran claras, no había una movilización en contra del Alcalde, lo que había era un evento organizado por el Municipio para los taxistas, un show de los que acostumbra a montar el alcalde, con llegada victoriosa y gritos eufóricos, con declaraciones de amor a la dirigencia e incondicional respaldo a la clase amarilla. “Seguimos en el camino juntos” gritaban, y como no, si cada vez que no sede a sus exigencias los amarillos lo ponen a temblar. 

Siendo lo más objetiva posible, no solo las filas para la firma confirmaron que la presencia fue obligada, sino el silencio de los taxistas en la intervención eufórica del alcalde. Se sentía un ambiente tenso, poco cariño y vehemencia a la autoridad.

Es momento de alejarme y tratar de llegar a mi cita, y también momento de hacer la respectiva reflexión. Entre lo incondicional y lo condicionado. Es evidente que los taxistas fueron libre y voluntariamente y menos aún con el afán de apoyar al alcalde y declarar amor eterno. Más parece una relación de extorsión, amenazante, caprichosa, que no logra saciarse y que cada vez exige más y más. 


¿Cómo se pude liderar una ciudad en medio del chantaje? La buena política municipal debe ofrecer respuestas satisfactorias a sus ciudadanos y que estén a la altura de los desafíos de la mayoría y no de un grupo que ejerce su poder basado en la fuerza y la amenaza. 



Astrid Granda.

domingo, 21 de febrero de 2016

¿Una ciudad de oportunidades y solidaria?


Pocos se acuerdan de los ofrecimientos del alcalde Rodas cuando estaba  en campaña hace dos años; pero todavía se puede ver en la página de Internet del movimiento Suma, donde la propuesta tiene como slogan “Una ciudad inteligente, de oportunidades y solidaria”.  Me pregunto, viendo en retrospectiva los casi dos años de gestión de Rodas: ¿Ha existido oportunidades y solidaridad en Quito en estos años? Para muestra un botón, como dicen las abuelitas.  La madrugada del miércoles un grupo de taxistas obstaculizó la entrada al centro histórico en señal de protesta. Exigen que se regularice su situación y que los dejen trabajar. 

“Regularización, no persecución”, “Emigrantes retornados perseguidos por trabajo”, rezaban algunos de los carteles de la protesta.  Son casi diez mil taxistas informales a los cuales aún no han sido regularizados y que adicionalmente no pueden trabajar por que la AMT (Agencia Metropolitana de Tránsito) realiza operativos de control constante. 

En la misma propuesta de campaña que ofrecía oportunidades y solidaridad, Rodas ofrecía incremento de puestos de trabajo y también agilización de trámites para los taxista. Ninguno de los dos ofrecimientos se han cumplido. De hecho, el propio Secretario de Movilidad de la alcaldía, que logró calmar los ánimos de los protestantes con el “ofrecimiento” de que los van a dejar trabajar, dijo en declaraciones a un noticiero local, que “no existe ningún proceso de regularización abierto actualmente”.  

Los taxistas siempre han sido un termómetro para medir cómo van las preferencias en épocas de elecciones. Suelo ser de de las que se sube a un taxi y les pregunta cuál es el candidato de su preferencia. Recuerdo muy bien que todos los taxistas tenían como candidato a Rodas, todos estaban convencidos de que él los iba a escuchar, de que él iba a mejorar su trabajo, de que él iba a dejar las calles hermosas sin baches… en fin, la ilusión de la novedad y el hartazgo de lo mismo campeaba en la opinión del taxismo en la ciudad de Quito. 

Ahora se están dando con la piedra en los dientes por que su candidato favorito no ha cumplido con las promesas de campaña.  ¿De qué solidaridad habla Rodas si hay cientos de migrantes que retornaron y que al no encontrar trabajo optaron por dedicarse al taxismo? ¿De qué oportunidades se habla si además de no lograr regularización su trabajo se los persigue? 

Ya sabemos que es pan de cada semana encontrarnos con nuevas protestas frente al Municipio capitalino, no es novedad. La gente tiene todo el derecho de exigir sus derechos y de protestar cuantas veces quieran y las autoridades de escucharlas, lo que preocupa en esta y todas las protestas es que se calman los ánimos con nuevos ofrecimientos y en el fondo sigue sin cambiar nada. 

Gigi Briceño 

domingo, 14 de febrero de 2016

Incendio en Puembo, la cita con la muerte.


Tal vez por mi profesión de comunicadora, por mi género o más bien por mi edad que pasa ya de las cuatro décadas, hay ciertos acontecimientos de la vida que no puedo borrar fácilmente de mi mente, imágenes que vienen y van tratando de encontrar respuesta y no lo logran. Hay uno en especial que en varias ocasiones me causa exclusivo malestar. Hace poco más de cinco meses, los quiteños fuimos testigos un suceso extremadamente doloroso, la mañana y tarde del 6 y 7 de septiembre de 2015 tres jóvenes bomberos, Jonathan Dionisio (19), Jonathan Nacimba (20) y Marco Bastidas (20), en el valeroso intento de apagar uno de los incendios más agresivos del verano en la parroquia de Puembo al nororiente del Distrito Metropolitano de Quito perdieron la vida. 

El intenso verano hizo un alto para dejar pasar las tres carrozas fúnebres que a paso lento, como para causar más dolor, desfilaron por las principales calles de la ciudad hasta el edificio del Municipio. Entre los honores que exije el protocolo y el llanto de familiares, compañeros y ciudadanos se dio el último adiós a los valientes héroes que apenas se iniciaban en su profesión, me atrevo a decir que apenas jugaban a ser bomberos. 

Cierro los ojos y viene a mí el recuerdo de las grandes lenguas de fuego envolviendo a los bomberos, de rostros inocentes tiznados y sin aliento, de un par de botas y un uniforme estropeados por las llamas, escucho sirenas y titulares que anuncian la desgracia. Abro los ojos y empiezo a formular una serie de interrogantes que no logran encontrar respuesta. 

¿Existe consuelo alguno para la muerte de un hijo? ¿Por qué la muerte llegó a tan corta edad? ¿Contaban los cadetes con la preparación suficiente para enfrentar tan delicada misión? ¿Era el único personal disponible? ¿La vestimenta que llevaban era la adecuada? ¿Enfrentaron antes un incendio de esa magnitud? ¿Cuántas misiones cumplidas con éxito tenían ya? ¿Quién tomó la decisión de enviarlos? ¿Estaban los bomberos en una línea segura? ¿Quién responde por la vida de estos aspirantes? ¿Por qué tengo la sensación que se los envió una cita directa con la muerte?
Un mes después del fatal suceso, 8 de octubre, el Concejo Metropolitano de Quito en unanimidad y bajo la presión de varios de sus concejales, como el presidente del bloque de Alianza País Carlos Páez, da el visto bueno para crear una comisión que investigue las circunstancias en las que ocurrió la muerte de los bomberos y si existió o no un adecuado plan de contingencia contra incendios. En la investigación se contemplaría también algunos puntos de relevante importancia para evaluar la estructura orgánico funcional del cuerpo de Bomberos: Si el presupuesto que maneja la entidad está correctamente destinado a fines importantes, qué tipo de implementos manejan los Casa Rojas, según el edil Mario Granda “Sería pecado que cierta maquinaria no esté vigente o no esté siendo utilizada en su oportunidad. Es necesario hacer un análisis profundo”. Se revisarán los protocolos, los equipos y las capacitaciones que se da a los cadetes en su formación. Otra preocupación fue el incremento de hectáreas afectadas, en el 2014, se quemaron un promedio de 650 mientras que el 2015 se llegó a 3 102.

Jorge Albán, concejal AP denotó su inconformidad con el informe expuesto por el Comandante de Bomberos Éber Arroyo, que justificaba que un 47% de los incendios ocurridos eran provocados de manera intencional, me gustaría saber dijo “Cuáles son los elementos que se tienen a mano, para declarar la intencionalidad de los incendios”.

Casi dos meses después, 5 de noviembre, los titulares de varios medios de comunicación dieron a conocer la noticia: el informe internacional llegó el 29 de octubre, en este se mostraría la versión sobre las causas del fallecimiento de los bomberos. El estudio fue realizado por Robert Rullan, investigador de escenas del crimen (CSI). En él se invirtió USD 6 000. Se dijo entonces que el documento se haría público en las siguientes semanas.

Cinco meses pasaron y el recuerdo de aquella tarde donde se perdieron los sueños, las ilusiones, la vida de tres tiernos jóvenes bomberos, hijos, hermanos, padres, sigue latente en mi mente. El sinnúmero de preguntas no encuentran respuesta alguna, y a pesar del asenso post mortem a Subtenientes y la Estrella de Octubre al mérito profesional entregado a cada uno de los fallecidos, en un evento más de los que tiene por costumbre conseguirse el beneficio de la imagen del Alcalde, que victorioso llega a rescatar lo feo del día con ofrecimientos demagógicos a los familiares que exigen respuestas del irresponsable acto ocurrido el día que perdieron a sus Aspirantes a Bomberos, cinco meses pasaron y aún no se ha hecho público el informe internacional.

Los días pasan y las incógnitas aumentan con el silencio de las autoridades, no existen respuestas no hay justificación alguna que explique la ausencia de estos valientes. No es el morbo que aumenta la incertidumbre de lo acontecido sino el único objetivo de evitar que este tipo de sucesos se repitan, no queremos más muertes de hijos, de hermanos y padres.

Astrid Granda

viernes, 5 de febrero de 2016

El dilema de los transportistas


En julio de 2014, a pocos meses de asumir sus funciones, el alcalde Rodas decretaba la emergencia del transporte público. Las unidades del Trole y la Ecovía se encontraban en situación deplorable. 

¿Qué sucedió? Llegaron 40 nuevos buses articulados (que ya estaban previamente contratados por la administración anterior) y la alcaldía empezó una millonaria inversión para readecuar las paradas. 

Hace un año se le ofreció a las operadoras de transporte público mejorar sus condiciones, y en marzo de 2015 se anunciaba con gran entusiasmo la visión estratégica de movilidad para la ciudad. Un ambicioso plan que incluye el Metro, los Metro Cables, temas de seguridad vial y de transporte no motorizado; todos planes a largo plazo cuando el problema requiere soluciones inmediatas. 

A casi dos años de gestión, el transporte público en la ciudad de Quito se ha convertido en una verdadera pesadilla. Los sistemas del Trole y la Ecovía no dan abasto, es una odisea lograr subirse a una de estas unidades y llegar a tiempo e ileso. Pero la alcaldía no solo debe lidiar con los problemas de sus propios sistemas de transporte público, debe hacerlo también con las operadoras privadas que realizan las rutas alternas y operan en la ciudad con 2.380 unidades ofertando un servicio que deja mucho que desear.  

En diciembre pasado venció el plazo para firmar el contrato (que incluía varias mejoras y nuevos términos) con las cooperativas de transporte, sin embargo no se logró concretar porque existen varias divergencias, la principal: el costo del pasaje. Los transportistas exigen que se suba el costo del pasaje y que se incluya una cláusula para que este suba gradualmente, cosa que no se ha podido negociar porque ya se cuenta con un subsidio a las unidades de transporte a cambio de que se congele el valor del pasaje. 

Por otro lado los transportistas deben hacer un mea culpa por el precario servicio que ofertan. Debido a las permanente quejas de maltrato y múltiples accidentes, la alcaldía ofreció hace ya un año realizar cursos de capacitación para mejorar el servicio, pero esto sigue sin cumplirse. ¿Qué corona tienen las operadores de transporte público? ¿Realmente se va a lograr que cumplan con el mejor trato, unidades limpias y todo lo que se requiere? Si bien es cierto no se han llevado a cabo las ofrecidas capacitaciones, los transportistas siguen irrespetando paradas, siguen las quejas ciudadanas por maltratos, siguen evadiendo los controles de emisión de gases y el servicio sigue siendo deplorable. 

Según la alcaldía no se ha logrado concretar las capacitaciones por falta de malla curricular y puesta en marcha por parte de Conquito, empresa municipal encargada.  La capacitación incluye temas sobre trato al cliente, calidad del servicio, contabilidad, finanzas, implementación técnica de la caja común, respeto a pasajeros, peatones y grupos vulnerables. Todo suena muy bien y ojalá que logren realizarse, pero tengo mis dudas de que la cultura del “chofer de bus” tan arraigada por tantos años logre finalmente dar un vuelco. 

Los quiteños estaremos vigilantes a que se cumpla lo ofrecido por la alcaldía, pero así mismo del cumplimiento de la famosa “capacitación” que los transportistas necesitan para mejorar el trato a los usuarios. El transporte es una necesidad para todos y por tanto merecemos un trato respetuoso y responsable. 

Alexis Merino