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miércoles, 29 de junio de 2016

¡Ya tenemos bi-articulados!


 Hace pocos días llegaron cinco de los 80 buses bi-articulados que el alcalde Rodas viene anunciando con bombos y platillos como la gran solución a la movilidad de la ciudad. Está claro que adquirir buses de 27 metros de largo en una ciudad con calles angostas es algo que nos extraña, pero también resulta terriblemente absurdo que en pleno siglo XXI con todo lo que se sabe sobre la contaminación del aire, y luego de que el propio municipio instaurara el uso de energía sustentable en sus sistemas  de transporte público (trolebus eléctrico y ecovía),  estas  unidades gigantescas funcionen nada más y nada menos que con Diesel, el combustible que genera mayor cantidad de polución.
Pero más allá del tema medioambiental, que ya de por sí afectará la calidad del aire de los quiteños, los buses  bi-articulados que le costaron al municipio 40 millones de dólares, no están diseñados para atravesar las estrechas calles coloniales de nuestro Centro Histórico y resulta que ahora que ya están comprados, que ya está en marcha la remodelación de las 47 estaciones del sistema trolebus con un costo de otros 10 millones de dólares, según el gerente de la Empresa Metropolitana de Obras Públicas, habrá que hacer “al menos 15 arreglos” en el casco colonial para que estos buses atraviesen sus calles. ¿Qué quiere decir esto, que van a tener que picar y achicar las veredas de nuestra ciudad? Según el propio alcalde, en su cadena semanal, explicaba la semana pasada que se hicieron todos los estudios para que estas unidades tan grandes atraviesen las calles de Quito, pero ahora resulta que no. ¡Ups. Nos falló el cálculo!, entonces ahora si tocará mochar un poquito las –ya de por si estrechas- veredas del centro para que pase el bi-articulado.
El problema de la movilidad en Quito se ha convertido en el principal de todos. Es realmente urgente tomar el toro por los cuernos y poner como prioritario el tema del transporte. La capital del Ecuador no fue diseñada para albergar un parque automotor como el que cuenta actualmente con cerca de 360.000 autos ni para albergar a los miles de habitantes que llegan cada año a vivir en la ciudad, sin embargo es algo que puede planificarse, proyectarse y por tanto tomar las precauciones del caso.
Es verdad que los quiteños merecemos tener un sistema de transporte de “última tecnología” como lo anuncia el propio alcalde y que tanto las unidades como las estaciones nuevas van a contar con modernos sistemas de vigilancia y con servicio de Internet gratuito,  por supuesto que estamos contentos con las cosas nuevas, pero si hilamos un poquito, vemos que son simples bambalinas.  Las estaciones del trole necesitaban arreglo, de eso no hay duda, pero me pregunto, ¿era necesario hacer estaciones de 50 metros y cambiar absolutamente todo? Con un costo de diez millones para la ciudad. ¿Era necesario me pregunto también, comprar bi-arcitulados que contaminan y que no alcanzan en las calles angostas del Centro Histórico  en vez de comprar nuevas unidades iguales a las ya existentes? ¿Era necesario poner wi-fi en las unidades?
Si, el problema del transporte en Quito requiere medidas urgentes y sabemos que no se pueden hacer de la noche a la mañana, pero el señor Rodas ya lleva de alcalde dos años, ha tenido suficiente tiempo para ampliar el servicio de trole como ofreció, de hacer los famosos Quito Cables como ofreció, de hacer una ciudad “más humana y solidaria” como ofreció, más amigable con los sistemas alternativos como la bicicleta en vez de inventarse un nuevo intercambiador, de dar solución al transporte en sentido este-oeste y una serie de otros ofrecimientos que iba a hacer por nuestra querida ciudad. Solo buscamos lo mejor para todos los habitantes de la ciudad, solo queremos “vivir mejor”.

Miguel Jiménez

miércoles, 22 de junio de 2016

Patrimonio en deterioro



Quito cuenta con el Centro Histórico mejor conservado de Latinoamérica, no por nada fue declarada por la UNESCO en 1978 como primer Patrimonio Cultural de la Humanidad.  
A pesar de tener  esta joya arquitectónica, el Centro Histórico de la capital de los ecuatorianos es un área de la ciudad con una complejidad social que a lo largo de los años y con crecimiento hacia el norte y el sur, fue transformándose. Aquí es donde se concentran las principales dependencias del gobierno local y algunas del gobierno central; tiene un alto índice de locales comerciales y por tanto gran flujo de personas durante las horas laborables.  También sus grandes casas coloniales, se convirtieron en casas renteras para albergar un buen número  de personas de escasos recursos económicos, lo que también ha traído consigo un problema de hacinamiento e insalubridad.
Aunque varias administraciones del cabildo han hechos grandes esfuerzos por regular el espacio público del casco colonial, se reglamentaron las ventas callejeras, se implementaron contenedores de basura, se rehabilitaron museos, se mejoró el espacio turístico y se resguardó la seguridad; los problemas que han aquejado al Centro Histórico por años se han exacerbado a vista y paciencia de la administración de turno.
No vivo en el centro, pero a menudo voy de paseo, a visitar los museos o simplemente a comprar algo que solo encontramos en locales especializados.  El fin de semana pasado estuve por ahí, luego de recorrer la exposición del Centro Cultural Metropolitano, decidí descansar en la sombra en uno de los bancos de la Plaza Grande. Bastan unos pocos minutos y algo de sesuda observación para constatar la concentración de la miseria humana en unos pocos metros cuadrados. Borrachos, traficantes de droga, mendigos, prostitución, seguramente uno que otro ladronzuelo con mirada sospechosa, mezclados con decenas de vendedores que ofertan de todo: desde una variada oferta gastronómica, que incluye helados, espumilla, golosinas, entre otras delicias quiteñas, hasta los vendedores de periódico, sombreros, papel higiénico, peinillas, y un sinfín de artículos que ofertan los vendedores callejeros. Lo más increíble de todo, es que esta vorágine de comercio y mala vida, se mezcla con los turistas locales y foráneos a vista y paciencia de la policía metropolitana a quienes pareciera que este cuadro de la vida cotidiana de la Plaza Grande fuera de lo más común.
Esta plaza es solo una muestra de lo que pasa en gran parte de las más de 300 hectáreas que comprenden el Centro Histórico.
Es cierto que los mismos habitantes son quienes dejan las jardineras con basura, que se sigue escupiendo y orinando en las paredes de las centenarias casas coloniales, que cada vez que hay una protesta social son también esas paredes víctimas del reclamo social y que ante la falta de toma de conciencia y el respeto por el espacio público, es poco o nulo lo que la administración pueda hacer, pero también es cierto que el control se les ha ido de las manos.
Hace unos años cuando se regularon los letreros comerciales y cuando se reubicó a cientos de vendedores ambulantes, el Centro Histórico tuvo un respiro y una nueva cara se pudo observar en estas calles. Sin embargo, parece que hemos regresado en el tiempo.

Se entiende que las prostitutas del Centro Histórico quieran ejercer su profesión adecuadamente pero no se ha resuelto el problema, que los vendedores ambulantes necesitan trabajar y cada vez son más quienes salen a la calle a buscar el sustento diario, pero ¿quién los regula o capacita?, también, ¿qué pasó con el proyecto de peatonizar el centro?, y sobre los niveles de dióxido de carbono que son altísimos durante el día, o los cientos de buses que atraviesan el centro contaminando el aire que impregna de smog los edificios coloniales deteriorándolos y exigiendo un elevado costo de restauración.  Pero claro, hay que tener contento al electorado, no causando malestar y so pretexto de esto no se toman medidas y acciones paliativas.
El patrimonio cultural se refiere al acervo cultural de una comunidad y esta debe transmitirse a las generaciones presentes y futuras.  El casco colonial es patrimonial no solo por su antigüedad, es patrimonial porque conserva la memoria histórica de nuestra ciudad y como tal es de vital importancia preservarla.
Siento enorme tristeza cuando alguien atenta contra un bien patrimonial, pero siento mayor frustración e impotencia cuando veo a la autoridad de la ciudad cruzada de brazos.
Gigi Briceño

viernes, 10 de junio de 2016

Arboricidio en Quito




La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un índice verde urbano de 9mts 2 por habitante. De acuerdo al último censo del INEC  (2010) Quito estuvo entre las 10 ciudades que cumplían con esta norma. De hecho superó ese índice, según el último registro de 2014 del Instituto de la ciudad que hablaba de que Quito cuenta con 20,2mts 2 de áreas verdes por habitante.  Si de algo nos hemos enorgullecido los quiteños es justamente de que tenemos una “ciudad verde” y que las últimas administraciones se preocuparon por generar nuevos parques metropolitanos,  arborizar plazas, rescatar quebradas y mantener la flora de toda la ciudad para mejorar la calidad de vida de los quiteños.
 
Además de que la Constitución ampara los derechos de la naturaleza, también promueve que los habitantes tenemos derecho a un hábitat seguro y saludable.  En el Distrito Metropolitano, gran parte de su territorio rural es Patrimonio Natural, lo que también ha coadyuvado a mantener la biodiversidad  y ecosistemas de estas zonas, aumentando el índice de áreas verdes, sin embargo en el centro comercial de la ciudad la realidad es muy diferente.

Pensar que veinte metros cuadrados por habitante corresponde a casi a un pequeño jardín para cada quiteño y que visto así podría parecer poca cosa, la realidad es que es un lujo en una ciudad con dos y medio millones de habitantes y en constante crecimiento.
 
Pese a las áreas protegidas dentro del área del distrito, de la creación de extensos parques metropolitanos (Cuscungo, Las Cuadras, Metropolitano del Sur, Metropolitano del Norte, por nombrar algunos) el hipercentro de la ciudad cuenta con poquísimas áreas verdes y es la zona de gran tráfico vehicular y es la zona comercial y de alto tránsito peatonal.  El parque central de esta área es el emblemático parque La Carolina, que no solo sirve de zona de recreación para una importante población de la ciudad, sino también que hace las veces de pulmón de esta congestionada zona.

Hemos visto con tristeza cómo estas últimas semanas se talaron decenas de árboles que tenían décadas en el parque con el propósito de hacer una estación del metro.  No estamos en contra de los avances de la ciudad y entendemos que  la planificación y los estudios no permiten que la estación cambie de lugar, pero lo que no entendemos es ¿por qué los árboles no fueron trasplantados? ¿Por qué se decidió talar una  zona tan extensa de parque? Justo es la zona del parque más arborizada. Nos han dicho que van a volver a planta otros  árboles, pero ¿en dónde, cuándo, cuánto tiempo tardan en crecer? Estos árboles llevaban décadas ahí, no se trata de volver a sembrar árboles en otro espacio, se trata de que se mutila la naturaleza sin un debido cuidado, yendo en contra justamente de lo que promueve nuestra Constitución: “los derechos de la naturaleza”.

Quito sigue creciendo a pasos agigantados y necesita con urgencia que sus espacios verdes no solo se mantengan sino que logren expandirse. ¿Qué pasó me pregunto con el proyecto de hacer el parque Bicentenario? La anterior administración dejó un proyecto que recuerdo tenía la intención de sembrar plantas nativas, hacer grandes jardines y hasta lagunas. Cuando llego la administración de Rodas, una de las primeras cosas que prometió es hacer del Parque Bicentenario un nuevo pulmón para la zona norte, habían unos lindos carteles que decían “Ahora si vamos a hacer un parque” porque a Barrera le criticaron porque inauguró una “pista de aterrizaje” y no un parque. Pero ya vamos dos años de alcaldía de Rodas y el Bicentenario sigue igualito.

El parque La Carolina,  tiene 67 hectáreas y según dicen en la página web de la  propia Empresa de Obras Públicas del Municipio (los mismos que ahora están talando los árboles) “es uno de los espacios verdes más importantes de la ciudad y tiene un programa ambiental a través del jardín botánico donde existe un plan de protección de varias espacies de flora como orquídeas, palmeras, árboles entre otros”. Si el mismo municipio da cuenta de la importancia de las áreas verdes de este parque, si desde la propia administración se impulsan programas de reforestación, de conservación, de áreas protegidas, etc. ¿por qué se contradicen y no hacen un trabajo técnico con los árboles de La Carolina? De “arboricidio” lo tacharon los defensores de la naturaleza en la ciudad, porque no cabe otra lógica en este accionar. 

Margarita Figueroa L.

domingo, 5 de junio de 2016

¿Por qué no creo en los Quito Cables?



Al poco tiempo de haberme casado decidí junto con mi esposa comprar una casa en el sector de El Condado, a pesar de estar bastante lejos del trabajo de ambos, el lugar reunía las características que siempre soñamos para establecer nuestra residencia y futuro hogar de nuestros hijos. De este sector nos cautivó la arquitectura de las casas, amplias y con espacios verdes, el cuidado de las calles, el aire poco contaminado, la buena vecindad, la seguridad; pero sobre todo la tranquilidad que aún se podía sentir, lejana del ruido estresante de una ciudad que crecía de manera desbordante.

Compramos la casa con un préstamo del banco, algunos ahorros y mucho sacrificio por algunos años, como dicen por ahí, “el que quiere celeste, que le cueste”, la comodidad familiar siempre fue una de mis metas así que cualquier esfuerzo por lograr obtenerla valdría la pena.

Quince años transcurrieron ya desde el inicio de mi relato, tiempo que pasó sin mayores problemas, la vecindad creció considerablemente, pero las bondades que un día me trajeron hasta este sitio se mantienen aún, con una que otra vicisitud como es lógico, el tiempo pasa y con él llegaron buenos y malos días también, pero la pasividad se mantiene casi como el primer día.

Lamentablemente hace poco más de un año, una noticia alteró la paz de la que gozábamos hasta ese momento, a los moradores de El Condado nos sorprendió el anuncio de la inauguración de la obra emblemática de nueva la administración, los famosos “Quito Cables”. El alcalde afirmaba en varios medios que: “en pocas semanas arrancaremos la construcción de la línea norte, que partirá desde La Ofelia hasta los barrios Pisulí y Jaime Roldós”.  Para asombro de todos pasarían por encima de nuestros hogares, alterando nuestra visibilidad, privacidad, seguridad y hasta estética.

Como relaté en un inicio muchas fueron las cualidades que me animaron a establecerme en este lugar, únicas e irremplazables, razones suficientes para no permitir que de la noche a la mañana se pretenda quitarnos el derecho que tenemos los ciudadanos de elegir donde queremos vivir y cómo queremos hacerlo. Bastante sacrificio nos costó conseguir hacer realidad este derecho y por eso hora nos declaramos en rebeldía.

Para la autoridad podrá ser una postura egoísta y pensada desde el interés personal, pero nada más egoísta que lo hecho por el municipio y su alcalde, imponer a la ciudadanía una obra sin ningún tipo de transparencia informativa y sin ninguna socialización con la comunidad beneficiada, mucho menos con la afectada. Una obra que suena más a capricho o trampolín político con mira electoral que a beneficio para la comunidad.

Considero que cuando se habla de una obra de tamaña envergadura se debe analizar primero un sinnúmero de interrogantes para asegurar su éxito y descartar su fracaso. Su planificación deberá contemplar el nivel de impacto poblacional, evaluar el costo versus el beneficio y analizar si será realmente la solución a los problemas de movilidad de zonas carentes de transporte. ¿Representa la mejor solución de movilidad para la zona? ¿los costos de mantenimiento y  financiamiento que corresponden al 25% de presupuesto total que tiene el municipio para invertir en obras de movilidad valdrá la pena realmente? Me pregunto.

Sin querer ser un experto en temas de movilidad pienso que se optó por el peor camino, descartando mejores y no tan costosas alternativas como las iniciadas en la administración anterior y que se paralizaron, como la extensión de la avenida Machala.

Los 44 millones de dólares que el Municipio pretende invertir en este teleférico se podrían optimizar de mejor manera, como ampliar vías, incrementar unidades y estaciones de  transporte, conectarlas al servicio integrado de transporte de la ciudad, invertir en alcantarillado, asfalto, agua potable, iluminación de espacios públicos, en fin, dar prioridad a obras emergentes que realmente cambien la calidad de vida de los barrios que se tiene pensado beneficiar.
¿De qué manera podemos confiar en una obra que se inaugura en mayo del 2015 sin ningún tipo de estudios que respalden su razón de ser? Recién el lunes 30 de mayo el mismo alcalde dice tener el resultado de los estudios realizados por la Politécnica Nacional  ¿cómo entonces se puede aventurar a decir que se beneficiará a 10 mil personas un día, a 15 mil otro día,  y ahora según Darío Tapia, Secretario de Movilidad se transportará a 33 mil personas? ¿Cómo le creemos a un alcalde que juega con la alegría de unos y el descontento de otros, pretendiendo confrontarnos a los barrios del noroccidente, invalidando el reclamo de más de 125.000 personas que seríamos perjudicadas por este mal proyecto, tildándolo de egoísmo social?

Los quiteños exigimos transparencia en la información de la obra “Quito Cables”, exigimos que se justifique por qué es la mejor opción de movilidad, que se respalde con estudios reales a cuánta población se beneficiará realmente, 7,10,15, 20 o 30 mil personas. Nos oponemos a que se despilfarre el dinero de la ciudad, el dinero de los quiteños en un elefante blanco. Estoy seguro que muy poca gente va a poder movilizarse en los Quito Cables, habrá grandes filas y se utilizará más tiempo de lo que hoy se requiere para salir o llegar a sus hogares. Es oportuno preguntarse si tiene sentido que la gente de la Roldós y la Pisulí bajen hasta La Ofelia; ¿tiene sentido que la gente de La Argelia, que probablemente trabaja en el centro, en el norte o muchos en los valles vayan a Solanda? Dicen que sí existen estudios. Es grave decir que esos estudios sí existen y no hacerlos públicos. No se trata de una cosa particular. Iniciar obras sin presentar los estudios es inentendible.

Un año ha pasado entre falta de información, engaños, confusiones, contradicciones y una alcaldía de puertas cerradas, que nos obligó a pasar de los reclamos con pancartas y entrevistas en medios a las acciones legales para obtener acceso a la información pública para poder conocer los detalles del proyecto y hasta tener que declararnos en resistencia.

No se trata de perjudicar a nadie sino más bien beneficiar a muchos más, no es una disputa entre barrios o pobladores, sino de exigir a las autoridades que usen los recursos de la mejor manera, favoreciendo a todos  y sin afectar a nadie.


Marco Alejandro Lemus