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domingo, 14 de febrero de 2016

Incendio en Puembo, la cita con la muerte.


Tal vez por mi profesión de comunicadora, por mi género o más bien por mi edad que pasa ya de las cuatro décadas, hay ciertos acontecimientos de la vida que no puedo borrar fácilmente de mi mente, imágenes que vienen y van tratando de encontrar respuesta y no lo logran. Hay uno en especial que en varias ocasiones me causa exclusivo malestar. Hace poco más de cinco meses, los quiteños fuimos testigos un suceso extremadamente doloroso, la mañana y tarde del 6 y 7 de septiembre de 2015 tres jóvenes bomberos, Jonathan Dionisio (19), Jonathan Nacimba (20) y Marco Bastidas (20), en el valeroso intento de apagar uno de los incendios más agresivos del verano en la parroquia de Puembo al nororiente del Distrito Metropolitano de Quito perdieron la vida. 

El intenso verano hizo un alto para dejar pasar las tres carrozas fúnebres que a paso lento, como para causar más dolor, desfilaron por las principales calles de la ciudad hasta el edificio del Municipio. Entre los honores que exije el protocolo y el llanto de familiares, compañeros y ciudadanos se dio el último adiós a los valientes héroes que apenas se iniciaban en su profesión, me atrevo a decir que apenas jugaban a ser bomberos. 

Cierro los ojos y viene a mí el recuerdo de las grandes lenguas de fuego envolviendo a los bomberos, de rostros inocentes tiznados y sin aliento, de un par de botas y un uniforme estropeados por las llamas, escucho sirenas y titulares que anuncian la desgracia. Abro los ojos y empiezo a formular una serie de interrogantes que no logran encontrar respuesta. 

¿Existe consuelo alguno para la muerte de un hijo? ¿Por qué la muerte llegó a tan corta edad? ¿Contaban los cadetes con la preparación suficiente para enfrentar tan delicada misión? ¿Era el único personal disponible? ¿La vestimenta que llevaban era la adecuada? ¿Enfrentaron antes un incendio de esa magnitud? ¿Cuántas misiones cumplidas con éxito tenían ya? ¿Quién tomó la decisión de enviarlos? ¿Estaban los bomberos en una línea segura? ¿Quién responde por la vida de estos aspirantes? ¿Por qué tengo la sensación que se los envió una cita directa con la muerte?
Un mes después del fatal suceso, 8 de octubre, el Concejo Metropolitano de Quito en unanimidad y bajo la presión de varios de sus concejales, como el presidente del bloque de Alianza País Carlos Páez, da el visto bueno para crear una comisión que investigue las circunstancias en las que ocurrió la muerte de los bomberos y si existió o no un adecuado plan de contingencia contra incendios. En la investigación se contemplaría también algunos puntos de relevante importancia para evaluar la estructura orgánico funcional del cuerpo de Bomberos: Si el presupuesto que maneja la entidad está correctamente destinado a fines importantes, qué tipo de implementos manejan los Casa Rojas, según el edil Mario Granda “Sería pecado que cierta maquinaria no esté vigente o no esté siendo utilizada en su oportunidad. Es necesario hacer un análisis profundo”. Se revisarán los protocolos, los equipos y las capacitaciones que se da a los cadetes en su formación. Otra preocupación fue el incremento de hectáreas afectadas, en el 2014, se quemaron un promedio de 650 mientras que el 2015 se llegó a 3 102.

Jorge Albán, concejal AP denotó su inconformidad con el informe expuesto por el Comandante de Bomberos Éber Arroyo, que justificaba que un 47% de los incendios ocurridos eran provocados de manera intencional, me gustaría saber dijo “Cuáles son los elementos que se tienen a mano, para declarar la intencionalidad de los incendios”.

Casi dos meses después, 5 de noviembre, los titulares de varios medios de comunicación dieron a conocer la noticia: el informe internacional llegó el 29 de octubre, en este se mostraría la versión sobre las causas del fallecimiento de los bomberos. El estudio fue realizado por Robert Rullan, investigador de escenas del crimen (CSI). En él se invirtió USD 6 000. Se dijo entonces que el documento se haría público en las siguientes semanas.

Cinco meses pasaron y el recuerdo de aquella tarde donde se perdieron los sueños, las ilusiones, la vida de tres tiernos jóvenes bomberos, hijos, hermanos, padres, sigue latente en mi mente. El sinnúmero de preguntas no encuentran respuesta alguna, y a pesar del asenso post mortem a Subtenientes y la Estrella de Octubre al mérito profesional entregado a cada uno de los fallecidos, en un evento más de los que tiene por costumbre conseguirse el beneficio de la imagen del Alcalde, que victorioso llega a rescatar lo feo del día con ofrecimientos demagógicos a los familiares que exigen respuestas del irresponsable acto ocurrido el día que perdieron a sus Aspirantes a Bomberos, cinco meses pasaron y aún no se ha hecho público el informe internacional.

Los días pasan y las incógnitas aumentan con el silencio de las autoridades, no existen respuestas no hay justificación alguna que explique la ausencia de estos valientes. No es el morbo que aumenta la incertidumbre de lo acontecido sino el único objetivo de evitar que este tipo de sucesos se repitan, no queremos más muertes de hijos, de hermanos y padres.

Astrid Granda