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domingo, 5 de junio de 2016

¿Por qué no creo en los Quito Cables?



Al poco tiempo de haberme casado decidí junto con mi esposa comprar una casa en el sector de El Condado, a pesar de estar bastante lejos del trabajo de ambos, el lugar reunía las características que siempre soñamos para establecer nuestra residencia y futuro hogar de nuestros hijos. De este sector nos cautivó la arquitectura de las casas, amplias y con espacios verdes, el cuidado de las calles, el aire poco contaminado, la buena vecindad, la seguridad; pero sobre todo la tranquilidad que aún se podía sentir, lejana del ruido estresante de una ciudad que crecía de manera desbordante.

Compramos la casa con un préstamo del banco, algunos ahorros y mucho sacrificio por algunos años, como dicen por ahí, “el que quiere celeste, que le cueste”, la comodidad familiar siempre fue una de mis metas así que cualquier esfuerzo por lograr obtenerla valdría la pena.

Quince años transcurrieron ya desde el inicio de mi relato, tiempo que pasó sin mayores problemas, la vecindad creció considerablemente, pero las bondades que un día me trajeron hasta este sitio se mantienen aún, con una que otra vicisitud como es lógico, el tiempo pasa y con él llegaron buenos y malos días también, pero la pasividad se mantiene casi como el primer día.

Lamentablemente hace poco más de un año, una noticia alteró la paz de la que gozábamos hasta ese momento, a los moradores de El Condado nos sorprendió el anuncio de la inauguración de la obra emblemática de nueva la administración, los famosos “Quito Cables”. El alcalde afirmaba en varios medios que: “en pocas semanas arrancaremos la construcción de la línea norte, que partirá desde La Ofelia hasta los barrios Pisulí y Jaime Roldós”.  Para asombro de todos pasarían por encima de nuestros hogares, alterando nuestra visibilidad, privacidad, seguridad y hasta estética.

Como relaté en un inicio muchas fueron las cualidades que me animaron a establecerme en este lugar, únicas e irremplazables, razones suficientes para no permitir que de la noche a la mañana se pretenda quitarnos el derecho que tenemos los ciudadanos de elegir donde queremos vivir y cómo queremos hacerlo. Bastante sacrificio nos costó conseguir hacer realidad este derecho y por eso hora nos declaramos en rebeldía.

Para la autoridad podrá ser una postura egoísta y pensada desde el interés personal, pero nada más egoísta que lo hecho por el municipio y su alcalde, imponer a la ciudadanía una obra sin ningún tipo de transparencia informativa y sin ninguna socialización con la comunidad beneficiada, mucho menos con la afectada. Una obra que suena más a capricho o trampolín político con mira electoral que a beneficio para la comunidad.

Considero que cuando se habla de una obra de tamaña envergadura se debe analizar primero un sinnúmero de interrogantes para asegurar su éxito y descartar su fracaso. Su planificación deberá contemplar el nivel de impacto poblacional, evaluar el costo versus el beneficio y analizar si será realmente la solución a los problemas de movilidad de zonas carentes de transporte. ¿Representa la mejor solución de movilidad para la zona? ¿los costos de mantenimiento y  financiamiento que corresponden al 25% de presupuesto total que tiene el municipio para invertir en obras de movilidad valdrá la pena realmente? Me pregunto.

Sin querer ser un experto en temas de movilidad pienso que se optó por el peor camino, descartando mejores y no tan costosas alternativas como las iniciadas en la administración anterior y que se paralizaron, como la extensión de la avenida Machala.

Los 44 millones de dólares que el Municipio pretende invertir en este teleférico se podrían optimizar de mejor manera, como ampliar vías, incrementar unidades y estaciones de  transporte, conectarlas al servicio integrado de transporte de la ciudad, invertir en alcantarillado, asfalto, agua potable, iluminación de espacios públicos, en fin, dar prioridad a obras emergentes que realmente cambien la calidad de vida de los barrios que se tiene pensado beneficiar.
¿De qué manera podemos confiar en una obra que se inaugura en mayo del 2015 sin ningún tipo de estudios que respalden su razón de ser? Recién el lunes 30 de mayo el mismo alcalde dice tener el resultado de los estudios realizados por la Politécnica Nacional  ¿cómo entonces se puede aventurar a decir que se beneficiará a 10 mil personas un día, a 15 mil otro día,  y ahora según Darío Tapia, Secretario de Movilidad se transportará a 33 mil personas? ¿Cómo le creemos a un alcalde que juega con la alegría de unos y el descontento de otros, pretendiendo confrontarnos a los barrios del noroccidente, invalidando el reclamo de más de 125.000 personas que seríamos perjudicadas por este mal proyecto, tildándolo de egoísmo social?

Los quiteños exigimos transparencia en la información de la obra “Quito Cables”, exigimos que se justifique por qué es la mejor opción de movilidad, que se respalde con estudios reales a cuánta población se beneficiará realmente, 7,10,15, 20 o 30 mil personas. Nos oponemos a que se despilfarre el dinero de la ciudad, el dinero de los quiteños en un elefante blanco. Estoy seguro que muy poca gente va a poder movilizarse en los Quito Cables, habrá grandes filas y se utilizará más tiempo de lo que hoy se requiere para salir o llegar a sus hogares. Es oportuno preguntarse si tiene sentido que la gente de la Roldós y la Pisulí bajen hasta La Ofelia; ¿tiene sentido que la gente de La Argelia, que probablemente trabaja en el centro, en el norte o muchos en los valles vayan a Solanda? Dicen que sí existen estudios. Es grave decir que esos estudios sí existen y no hacerlos públicos. No se trata de una cosa particular. Iniciar obras sin presentar los estudios es inentendible.

Un año ha pasado entre falta de información, engaños, confusiones, contradicciones y una alcaldía de puertas cerradas, que nos obligó a pasar de los reclamos con pancartas y entrevistas en medios a las acciones legales para obtener acceso a la información pública para poder conocer los detalles del proyecto y hasta tener que declararnos en resistencia.

No se trata de perjudicar a nadie sino más bien beneficiar a muchos más, no es una disputa entre barrios o pobladores, sino de exigir a las autoridades que usen los recursos de la mejor manera, favoreciendo a todos  y sin afectar a nadie.


Marco Alejandro Lemus