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martes, 23 de junio de 2015

Pasión vs Fanatismo


Para quienes me leen no resulta una novedad que me declaro “correista” (lo he hecho desde que regresé a este país hace 7 años ya) ya en otras ocasiones he contado que el punto de inflexión para mí resulto el 30 de septiembre donde adquirí la pasión por defender lo que considero un buen proyecto para este país.

Luego de 8 años en el poder los conceptos que me apasionaron de este proyecto político se han ido desvaneciendo y la discusión se ha centrado en obras (las cuales resultan innegables) pero que no apasionan a nadie.  Existe una línea muy débil entre “pasión y fanatismo” y es así que se explica lo que vivimos ahora especialmente en Quito; he venido trabajando en política (o estudiándola) mi vida adulta por lo que para mí resulta imposible apagar ese interruptor a la hora de socializar con alguien más y olvidar la política, así a juicio de algunos he terminado por convertirme en una fanática.

Voy a aceptar que sí tengo una dosis de fanatismo (contra la que lucho desde un punto de vista académico constantemente)  pero que de manera consciente prefiero quedarme en el aspecto pasional. Hace un par de días salí a la Shyris a manifestarme y resulta que de ambos  “lados” me topé con el mismo fanatismo, me insultaron quienes consideraba familia ahora embanderados con el estandarte negro y me apoyaron quienes no consideraba amigos embanderados con el estandarte verde pero ambos “borregos” al fin sin la capacidad de discernir temas de lado y lado y encontrar un punto medio donde construir un mejor país.

Al calor de las discusiones fanáticas se han sumado quienes “pescan a río revuelto” como nuestro optimista alcalde que trata de moverse entre su supuesta neutralidad como administrador de la ciudad y su tibia postura de oposición, la semana pasada ensayó un par de trinos asumo yo que para medir la temperatura del agua y ver si valía la pena lanzarse o no, finalmente no terminó de lanzarse y hoy otra vez ensaya nuevos ejercicios dejando de lado que en Quito ya enfrenta  a  un número de gente en contra de su gestión.

En fin, es hora de dejar lo fanático y recuperar la pasión que favorece una discusión de iguales y que reconoce que ambas posturas tienen algo importante que vale la pena defender y sobre todo que hay un “bien mayor” que es el país mismo y por el cual vale la pena jugárselo.


Rocío Pérez