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domingo, 13 de marzo de 2016


El parque La Carolina ha sido parte de los lugares emblemáticos de la ciudad de Quito por más de cuatro décadas. Ha sido testigo del desarrollo urbano de la ciudad y ha permanecido como el pulmón del Norte de Quito.

Creo que no existe quiteño que pueda decir que no tiene recuerdos en este parque. Yo, que ya paso de las cuatro décadas (casi la cantidad de años que tiene este parque), recuerdo frecuentar La Carolina en todas las etapas de mi vida.  Recuerdo que íbamos con mis padres y mis hermanas a pasear el día entero en el parque: nos subíamos a los juegos, nos paseábamos en los botes de la laguna, hacíamos pícnic con algo que llevábamos de la casa, luego una espumilla y a terminar con una vuelta en los famélicos caballitos que rentaban por hora. La experiencia completa para sentirse que uno estaba en un auténtico paseo campestre.

Recuerdo de más grande ser asidua visitante con mis compañeros del cole de las canchas de básquet y también ir a tomarme un heladito con el novio de turno.  Mis hijos que ya han vivido el boom de los grandes parques en Quito como: los Metropolitanos, Itchimbía, Cuscungo y otros, han crecido prefiriendo ir a los parques arbolados para tener más espacio verde y poder jugar  en el bosque. Sin embargo, La Carolina sigue estando en el corazón de Quito e invariablemente uno termina visitándola por algún motivo.

Esta área fue una hacienda que se llamaba justamente “Hacienda La Carolina”. Era de propiedad de María Augusta Barba de Larrea, descendiente de los marqueses de Selva Alegre. Como toda hacienda, estaba destinada al pastoreo de ganado y tenía pequeñas lagunas en toda el área.  Fue donada al Municipio de la ciudad y en los años cuarenta se planificó hacer un centro deportivo que finalmente nunca cuajó. Fue recién a principios de los años setenta con la apertura del Centro Comercial Iñaquito (CCI), que la zona se fue desarrollando como un sector comercial y el gran espacio que había sido hacienda empezó a ser usado de manera improvisada por los asiduos visitantes del CCI. En el año 76, bajo la alcaldía de Sixto Durán Ballén se decide incluir los predios de lo que había sido el Hipódromo y se empieza la reestructuración de la hacienda para convertirla en parque.

A lo largo de estos años La Carolina ha tenido varias transformaciones: se ha logrado que permanezca el sentido deportivo con el que inició, se preservaron las áreas verdes para esparcimiento y se incluyeron caminos para ciclistas y corredores. 

Aunque no siempre los quiteños hemos estado a gusto con los cambios que ha sufrido nuestro querido parque, por lo menos hemos encontrado funcionalidad y nos hemos ido adaptando a los cambios.

Durante estas últimas semanas La Carolina ha estado en “arreglos” una vez más. Esperábamos con entusiasmo ver qué de novedoso haría esta administración municipal. Con bombos y platillos -como todo lo que hace el alcalde Rodas-, se inauguró hace pocos días una pista  atlética de color azul de 8.000 metros. También se pusieron unos pocos juegos infantiles nuevos y se inauguró un área para perros. El proyecto fue anunciado como “La Nueva Carolina”.

¿Nueva Carolina? ¿En serio me dicen? ¡Si es el mismo parque La Carolina que he visto toda la vida, si es apenas una manito de gato más que le dan al parque! Pero como todo lo que hace el alcalde aunque sea una mínima cosa lo convierte en espectáculo, se lo anunció como la “gran obra”. Se trajeron hasta a Jefferson Pérez para inaugurar la dichosa pista. Que dizque es una pista con un material de alta calidad y no sé qué otras cosas que suenan súper maravillosas...y ¿saben qué pasó? Pues que a los tres días ya leía en la prensa que la gran pista azul se estaba dañando ¡Qué desperdicio de plata! y para qué tanta alharaca ¡Qué burla para los quiteños!

Debo confesar que yo voté por el señor Rodas, debo confesar que pensaba que nos hacía falta un alcalde joven que venga con ideas innovadoras y con energía renovada para realizar cambios en nuestra ciudad. Debo confesar también, que ahora sí estoy totalmente desconcertada y absolutamente arrepentida. El alcalde no hace más que dar manitos de gato por todo Quito y hacer tremendas inauguraciones para decir que algo hace, pero en el fondo seguimos con los mismos problemas que había hace dos años y a la décima potencia, por que  han ido de mal en peor.

Si claro, ¡qué lindo tenemos pista azul! Pero ¿acaso tenemos un mejor sistema de transporte?, tenemos pista azul pero ¿acaso se pusieron los nuevos contenedores de basura? Tenemos pista azul y la “Nueva Carolina”, pero ¿ya están listos los Quito Cables?¿acaso tenemos las ciclovías ofrecidas, acaso llegaron ya las esperadas bicicletas eléctricas? Y así podríamos seguir con todas las carencias que le hacen falta a esta ciudad y que Rodas ofreció cumplir.

Nos estamos acostumbrando a tener un alcalde al que solo le importa la espectacularidad. Claro que es importante difundir las obras que se hacen, claro que queremos saber  qué está haciendo el alcalde, pero además de ver obritas menores, queremos ver qué se hace por mejorar las condiciones de vida de los quiteños. El parque La Carolina ya es patrimonio  de la ciudad, es parte de nuestro paisaje, de nuestra identidad, no nos afecta en mayor cosa si se lo arregla un poquito, lo que necesitamos es que se cambie sustancialmente nuestra calidad de vida ¿Es que acaso Rodas pasará a los anales de la historia por haber hecho una pista azul?


María de los Ángeles Benítez