Páginas

lunes, 7 de diciembre de 2015

FIESTAS DE QUITO SIN PENA NI GLORIA



Cada año los quiteños esperan con ansiedad las fiestas capitalinas. Y  es que la tradición de hacer grandes conciertos con artistas de renombre se ha convertido en el plato fuerte de las fiestas en los últimos años. Para diversificar los públicos se ha optado por hacer  tanto conciertos como desfiles al norte y sur de la ciudad y la llamada “serenata quiteña” con algo de música típica en el Centro Histórico. 

El municipio siempre hace alarde de las “decenas de eventos” que se realizan durante las fiestas, porque cada administración zonal tiene su propia programación para quienes no pueden movilizarse a los eventos masivos; sin embargo, estos pequeños esfuerzos pasan desapercibidos, solo sirven para decir que se cumplió con hacer cierto número de eventos y ante la opinión pública quedar como si el municipio realmente se preocupara por todos sus habitantes.

Si hacemos un poquito de memoria, basta acordarse del ofrecimiento de campaña del alcalde Rodas, que decía que iba a hacer un show tan grande y espectacular comparable al de Viña del Mar en Chile (donde desfilan cada año los artistas latinos más reconocidos). El año pasado bautizaron al “mega evento” como Quitonía y organizaron un evento a brincos y saltos con el cantante británico Sting, al cual no asistió la cantidad esperada y que se dijo que tuvo un costo de cuatro millones de dólares. Una cifra astronómica para una economía en austeridad como la quiteña.

Luego de tamaño fracaso, pensamos que este año si íbamos a tener nuestro afamado Viña del Mar en las fiestas de Quito, pero nos dimos con la piedra en los dientes. “Naranjas” el Viña del Mar. Nos tocó, como gran cosa, conformarnos con el colombiano Carlos Vives en el norte de Quito y el reggeatonero J. Balvin en el sur. Claro, porque a los aniñados del norte hay que darles Vives y seguro que a los del sur les gusta algo más populachero. Otro craso error, eso de seguir pensando a la ciudad dividida y polarizada entre quiteños del sur y quiteños del norte; ya lo recordó el propio Rodas en alguno de sus discursos cuando saludó a la gente en Quitumbe como “quiteños del sur”, como si quiteños no fuéramos todos. 

Todo el mundo se quejó amargamente en ambos conciertos. En el sur hubo heridos y desmanes y en el norte empezaron dos horas más tarde debido a los minuciosos controles  para “dizque” evitar drogas, alcohol y armas, aunque como todos sabemos la viveza criolla siempre puede más y no faltó alcohol en los conciertos y los clásicos “chumaditos” en medio del gentío. 

Esa gran campaña de los colegios, “Vivamos la fiesta en paz” para justamente erradicar una fiesta que gira solo en torno al alcohol, casi se ve truncada este año luego de quince años consecutivos en que todos los alcalde se han sumado a la campaña.  Este año se tuvo que ejercer una fuerte presión ciudadana para que finalmente el municipio de su brazo a torcer y decida apoyarlos.

Pero lo que menos gustó y lo que deja un mal sabor de estas fiestas son todas las protestas que se sucedieron casi a día seguido frente a la alcaldía por los más variados temas: empezando por las corridas de toros (que nunca debieron ser permitidas por que por ley ya no se debían hacer), pasando por comerciantes molestos con sus condiciones y hasta los propios empleados municipales que están descontentos con los ofrecimientos del alcalde Rodas.  ¿Qué ánimo de fiestas puede tener una ciudad con esos conflictos?

Estamos ya acostumbrados a que el alcalde incumpla sus ofrecimientos, que su gestión deje mucho que desear y cuando debe lucirse como en las fiestas de la ciudad no pasa más que de un tibio festejo sin pena ni gloria.

Miguel Jiménez