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viernes, 6 de mayo de 2016

Garroteros municipales vs jugueros


Eso que decían las abuelitas de que “la letra con sangre entra” parece que les caló muy bien a los policías municipales. Recordemos que hace algunas semanas fuimos testigos de dos videos que mostraban la brutalidad con la que reprenden a los vendedores de la calle. Luego de semejantes espectáculo y de cientos de mensajes de apoyo, el Municipio vuelve a arremeter contra los comerciantes ambulantes, esta vez con la excusa de que venden “jugo de naranja no apto para el consumo humano”. Tal parece que como no los funcionó entrarle a golpes  ahora con el pretexto de la sanidad quieren cerrar el comercio de jugos en la ciudad de Quito. ¿Cuánta gente consume alimentos preparados de manera artesanal?, jamás ,que yo sepa, se han dejado de vender las famosas empanadas del estadio Atahualpa, las clásicas tripas de La Floresta o tantas otras delicias culinarias que son parte del acervo cultural de esta ciudad. 

La ordenanza municipal 280 regula la actividad de la venta ambulante y estipula claramente las zonas autorizadas para la venta y el tipo de mercadería que se puede expender, así mismo habla sobre las patentes y permisos que deben tener los comerciantes, además de las sanciones y multas de las que pueden ser objeto quienes no acaten la disposición. 

Está claro que dentro de la normativa están quienes deban ejercer el control de la ley y quienes la deban cumplir, para eso se implementan este tipo de medidas. Por lo tanto, resulta inverosímil que actitudes violentas y de descrédito sean la tónica.  

Resulta, así mismo, desfachatada la manera en que el diario El Comercio ha servido de plataforma para “legitimar” estas acciones. Con unas “supuestas” investigaciones periodísticas determinan que un jugo “no es apto para consumo humano”  y  a día seguido aseveran que existe una mafia detrás de los vendedores. Armado el tinglado mediático, el Municipio simplemente cumple con la supuesta función de control y empieza la incautación a diestra y siniestra en una verdadera cacería de brujas contra los vendedores de jugos. 

Dentro de las funciones que debe ejercer la policía metropolitana, por supuesto, está el control de los espacios públicos. Sin embargo, revisemos la ordenanza 334 que habla sobre las funciones de la policía dentro del Distrito. Esta dice claramente que serán “encargados de cumplir y hacer cumplir las leyes, ordenanzas, reglamentos y disposiciones de las autoridades competentes...” También dice que deben “coadyuvar en el ejercicio de la convivencia ciudadana” y que su ámbito de control está dentro del espacio público. En ningún momento dice que tienen licencia para “golpear” al que no quiera cumplir la ley o de llevarse la mercadería y peor aún de desacreditar a un gremio públicamente. 

Entendemos que las ventas ambulantes están reguladas y que se deben respetar los espacios destinados para eso, pero hay formas de sancionar señores municipales. Con la ley en la mano, emitan boletas de multa, expliquen a la gente cómo sacar los permisos, en qué zonas pueden vender, hagan controles sanitarios, hagan programas de capacitación, etc.  Es evidente que los vendedores van a reaccionar también violentamente si en lugar de multarlos, los policías de manera absolutamente irracional y agresiva botan al suelo o se llevan la mercadería que con gran esfuerzo producen estas personas. Tomen en cuenta que en su  mayoría estos vendedores y sus ayudantes están dentro de un grupo de estrato social bajo y que de seguro eso poco que llevaron para vender en el día representaba el sustento familiar.

En los videos que circulamos en las redes sociales de Quito Vigila se veía claramente las agresiones de las que fueron objeto los vendedores ambulantes; algunos medios de comunicación hicieron eco de la denuncia y la alcaldía se vio obligada a reaccionar. El Secretario de Seguridad, Juan Zapata, explicó que se iba a sancionar a los responsables, pero también los “zafó” del asunto aduciendo que ahora “si están capacitados los policías” y que se les ha dado “cursos de derechos humanos”, que “esos videos son anteriores al curso”. Además explicó que los propios vendedores son agresores también, que existen 33 policías heridos. Pero claro mi querido capi Zapata, ¡cómo no van a reaccionar así si les quitan de manera atropellada el sustento de su trabajo! Ahora resulta que ¡es culpa de los vendedores!
Aquí la cosa no es así,  ellos son una minoría y se defienden como pueden, no son el problema. Se están defendiendo de la terrible vejación de la que son parte. 

Lo mismo con los vendedores de jugos,  ¿por qué desacreditar este producto? No les funcionó el garrote entonces ahora quieren decir que los jugos son malos, que no cumplen las normas y toda una serie de cosas inventadas por la prensa para desacreditar un legítimo trabajo que ha brindado oportunidades a cientos de trabajadores informales. 

Las redes sociales no se han hecho esperar y una serie de memes, comentarios y artículos a favor han salido estos días para apoyar a los jugueros. Hasta hicieron un reto para probar que los jugos son inofensivos.  La verdad es que siempre nos han dicho que lo mejor es no consumir cosas en la calle porque la salubridad puede no ser cien por ciento segura, pero eso no pasa solo con los jugos, pasa con cualquier comida de manufactura artesanal que se expende en las calles. Comerse uno que otro bicho de vez en cuando, nos han dicho siempre, ayuda a fortalecer las defensas. Finalmente el jugo de naranja tiene harto contenido de vitamina c, nada de grasa, ni azúcar añadida. Tal vez una solución para los más quisquillosos es que vayan con su propio envase y pidan su jugo recién exprimido listo para llevar, proponen algunos en redes. 

Aquí la cuestión, más allá de si es bueno consumir o no comida en la calle, es un problema más de fondo. Hay cientos de personas sin trabajo y también hay un municipio que en vez de dar oportunidades y capacitación, coarta y reprime iniciativas. Deberían hacer una autocrítica a la manera en que se ejercen los controles del espacio público por parte de la policía metropolitana. Así como debería repensarse el funcionamiento de dichos espacios y de qué manera realmente contribuir a tener una ciudad “inteligente, de oportunidades y solidaria” como decía el plan de gobierno del alcalde Rodas.  Parafraseando al propio municipio, ¿Será que sí estamos viviendo mejor?

Gigi Briceño