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domingo, 2 de octubre de 2016

No todo lo que brilla es oro

No todo lo que brilla es oro




Hace veinte años Quito tomó la decisión al igual que muchas ciudades en el mundo de incorporar a su sistema de movilidad, automotores eléctricos para el transporte masivo de pasajeros diciendo adiós a la contaminación atmosférica y auditiva. 

Con la adquisición de esos autobuses (trolebús) amigables con el ambiente, la ciudad dio un gran salto a la modernidad, ya que además se incorporaron para su funcionamiento paradas y un nuevo método de recaudación, transformándose en un servicio más ágil, rápido y organizado.

El 17 de diciembre de 1995 se inauguró la primera etapa comprendida entre la estación sur en El Recreo y la calle Esmeraldas en el centro histórico de la ciudad, además de las líneas alimentadoras que funcionaban en la estación sur.  El 19 de marzo de 1996 entró en servicio la segunda etapa, desde El Recreo hasta la parada Colón, al centro-norte de la urbe. El 21 de diciembre se incorpora la tercera etapa con recorridos desde El Recreo hasta la Estación Norte, ubicada en el extremo septentrional de la ciudad. Finalmente en el año 2000 se inaugura la extensión hasta la parada Morán Valverde en el sur, para lo cual arribaron nuevas unidades con algunos cambios en los diseños de ingeniería.

En el año 2008, con la Inauguración del Terminal interprovincial de Quitumbe, se inauguró también una pequeña extensión del trolebús que hace que este sistema se conecte con el transporte interprovincial nacional. Para diciembre de 2015 tras veinte años de servicio, el trolebús había transportado a mil millones de pasajeros. 

Con el transcurso de los años y el incremento del número de usuarios urgía la renovación de la flota.

Entre el descontento, falsos ofrecimientos y el reclamo ciudadano que exigía mejoras en el servicio, la aletargada administración de alcalde Rodas logra después de dos años de estar en funciones reemplazar 54 trolebuses que en diciembre de 2015 cumplieron 20 años de vida útil  con 80 biarticulados a diésel. No se compraron buses eléctricos, a pesar de que un informe presentado por Grütter Consulting -por encargo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) recomendó adquirir trolebuses nuevos en vista de los índices de contaminación de la ciudad de Quito, cada vez más elevados.

Las nuevas medidas tomadas por el alcalde Rodas para renovar la flota del sistema metropolitano de transporte rompen con la tendencia a la que apuntan los países que buscan reducir el daño ambiental. La perfecta excusa que encontró el Municipio para tomar esta retrógrada decisión fue nada más y nada menos que el valor de los trolebuses versus la de los biarticulados.

En promedio, para comprar 80 troles biarticulados y optimizar la infraestructura (red eléctrica) se requería de USD 170 millones, explicó Darío Tapia, secretario de Movilidad. Este monto representa 130 millones adicionales a los que se invirtieron para los biarticulados a diésel (40 millones). “El Trole demanda de una inversión alta y el tiempo de fabricación es mayor” aseguró Tapia.

Una vez puesta en marcha la nueva flota de buses, la campaña publicitaria para promocionar las bondades de los famosos biarticulados no se hizo esperar: dicen que son más grandes, que tienen 5 puertas de acceso, que cuentan con más espacio para los pasajeros y lo qué más encanta al novelero alcalde es que “poseen wifi” y conectores para cargar teléfonos celulares. Seguro el alcalde nuca viajó en un trole y en hora pico, donde resulta imposible sacar el celular no solo por la estrechez sino por el miedo a que te lo roben, pero para quien no conoce Quito resulta fácil dejarse llevar por la fantasía y no por lo real.

Una vez llegados los primeros cinco biarticulados tuvieron su primer y  gran tropiezo: su gran tamaño no les permitió transitar con facilidad en las delgadas y estrechas calles del centro histórico, su difícil circulación ponen en riesgo no solo las antiguas edificaciones por su vibración sino también las vidas de los peatones. Adicionalmente no se adaptan al tamaño de las paradas, la totalidad de las puertas no abren  porque las paradas fueron diseñadas para los trolebuses de 3 puertas y no para 5. Con dificultad hay que “pegar el salto” para poder ingresar en las unidades los biarticulados ya que sus rampas tampoco se adaptan a las medidas de las paradas por que dejan un espacio peligroso entre el bus y la estación. Pero ¿Qué pasa con los ancianos, los niños y las personas con capacidades especiales? ¡Corren el peligro de salir lastimados en cada viaje!

Es evidente que se adquirieron los buses sin el mínimo estudio, los personeros municipales no se tomaron el tiempo de observar la medida de las unidades y cuando empieza la novelería de hacerlos transitar se topan con el problema, los “Langarotes” no encajan en Quito,  entonces sin el menor empacho el Municipio empieza a tumbar las anteriores paradas y construir unas nuevas. Como decimos los quiteños “salió más caro el caldo que los huevos”. Se tuvieron que construir nuevas paradas para que puedan funcionar, en esto el municipio gastó en 16 paradas provisionales más de $11.000 por cada una y más de $13 millones en 44 nuevas paradas que por cierto tienen ya varios meses de retraso en su entrega.

Es decir, “No todo lo que brilla es oro” señor alcalde, nadie le discute que los buses son bonitos y son  nuevos, pero su adquisición realmente ¿fue la más acertada? Hasta el momento suman más los peros que los beneficios. ¿De qué sirve tanta propaganda si la realidad en que vivimos a diario los quiteños es otra? ¿De qué sirve decir que contamos con el sistema de transporte más moderno e inclusivo cuando a diario seguimos siendo atropellados en el interior de los buses, cuando el wifi no importa sino la comodidad, el respeto, el orden, la rapidez?

No somos ciegos señor Rodas, las paradas anteriores funcionaban muy bien y se las tumbaron sin ton ni son, y ahora tenemos que exponer nuestras vidas a diario en paradas improvisadas que tampoco calzan a los biarticulados.

Nuevamente me queda el  mal sabor de que vivimos en una administración donde prima la novelería, donde las decisiones se toman al apuro y no con planificación, con estudios y sobre todo pensando en los ciudadanos.


Kevin Tello