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martes, 1 de septiembre de 2015

Machismo


Entendido como una identidad sexual, el machismo supone la noción de que los hombres tienen un “apetito sexual casi incontrolable” y por tanto están en su derecho a satisfacerlo de la forma que lo consideren apropiado. Por el contrario, la identidad sexual femenina es vista como un elemento que el hombre debe subyugar. En ese sentido se espera de nosotras las mujeres que tengamos una sola pareja para toda la vida y por supuesto ninguna antes del matrimonio.

La identidad machista se construye en torno a la reputación y quienes la ostentan hacen cualquier cosa para mantenerla.  La respuesta de rigor cuando el hombre machista es descubierto  en alguna actividad que la sociedad reprocha, es lanzarse presuroso a la búsqueda de un culpable que (casi) siempre es la mujer.

La sociedad tiende a aupar esta noción y la mujer se convierte en la portadora de la letra escarlata y la “destructora de hogares”.  Prejuicios como estos son permanentes y resulta imposible negarlos ante el “acto de contrición” del “pecador”, cuando  no falta quien sugiera (abiertamente o no) que es culpa de la “tentadora” que lo indujo a pecar como si los encantos femeninos fueran prácticamente imposibles de eludir.

Lamentablemente somos las mujeres, en la mayoría de ocasiones, las que perpetuamos estereotipos tomando como justificación que se rompe el vínculo de la familia. Es más complejo que esto, sin embargo, resulta indispensable entender que se trata de una relación entre dos adultos que pueden consentir y son responsables de las acciones realizadas y que la salida de achacar a la “seductora” no solo resulta cobarde si no que es la salida más fácil.
 
Somos una sociedad que crucifica a las mujeres por haber decidido participar en una relación entre adultos y consensuada, que acusamos a la víctima sin ningún miramiento porque usó la falda muy corta o se paró de una manera especial  o miró de una cierta manera, la culpa recae  en la víctima en vez de promover una educación que prevenga a los agresores y este tipo de pre concepciones erradas.
La concejala quiteña Carla Cevallos, quien había llevado a cabo una campaña contra la violencia de género y a quien criticamos en otra ocasión por jugar dentro de las mismas categorías machistas (Yo soy Puta), es ahora la víctima de una movida machista de su colega Antonio Ricaurte que, con un video de poco más de un minuto, convirtió  a la mujer en el chivo expiatorio para ocultar un error que es de su entera responsabilidad.


Hoy al terminar la tarde el medio de comunicación digital La República “informó” que el equipo de Antonio Ricaurte niega la autoría del video y el medio sostuvo que “alguien muy parecido a él” es quien aparecería ahí. Solamente añadir que ya es una muestra  más de su cobardía al creer que aceptaremos esta estrategia simple e infantil del “ no fui yo”.

Rocío Pérez