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viernes, 2 de octubre de 2015

¿Cómo aportamos para mejorar la movilidad?


En un mundo con un crecimiento poblacional en permanente crecimiento, donde las urbes concentran la mayor parte de los habitantes del planeta, la movilidad es una problemática constante. Las metrópolisis hoy en día tienen como tema prioritario el transporte público y por tanto es prioritario contar con vías que conecten a la ciudad (vías en buen estado y las suficientes); pero así mismo con el transporte para abastecer a la mayor parte de la población, especialmente en ciudades como Quito donde el 76% de su población se moviliza en este medio.

Si bien es cierto las ciudades con mayores recursos le han apostado a tener un transporte público de gran calidad, como aquellas que cuentan con el metro como parte medular del sistema integrado de transporte; tanto las administraciones locales como los habitantes han optado por movilizarse en medios alternativos.  Por un lado resuelven el tema de transportarse de manera más eficiente y sustentable con el ambiente, y por otro resulta más económico.

Quito es una ciudad que crece a un ritmo de 60.000 habitantes por año aproximadamente y el transporte es un problema latente que han tenido que afrontar todas  las administraciones con las que ha contado la ciudad; sin embargo, hay hábitos que podemos adoptar como ciudadanos, y aunque el Sistema de Bicicleta Pública y la implementación de ciclovías es una gran alternativa, es incipiente, apenas un 1% de quiteños los utiliza.

La ciudad requiere otros medios alternativos para paliar la situación hasta que se logren construir los grandes proyectos que se tienen programados: Quito Cables y Metro de Quito. Ambos proyectos ambiciosos, con costos elevados, pero sobre todo con  una ejecución a largo plazo. Es imperativo buscar alternativas para la movilidad y aquí hay que hacer un mea culpa a los ciudadanos. En otras grandes urbes los temas de solidaridad, sustentabilidad y responsabilidad son parte de la solución.  El uso de la bicicleta como medio de transporte existía antes de la implementación de las bicicletas públicas; y aunque incipiente, si resultan una gran alternativa. Son cada vez más las ciudades que se han sumado a esta iniciativa que lleva implementándose desde 1964 (Amsterdam fue la primera ciudad donde se experimentó este sistema de transporte).  A partir de ahí se fue esparciendo a varias ciudades en Europa, China y en Latinoamerica: Buenos Aires, Río de Janeiro, Santiago y Quito. Hoy en día el sistema de bicicleta pública más grande es el de  Hangzhou en China, que cuenta con 60.600 bicicletas y sigue en aumento.

Las bicicletas han mejorado no solo la movilidad, si no que han contribuido a reducir las emisiones de CO 2 y ha mejorado la calidad  de vida al ser a la vez un ejercicio físico.  Sin embargo,  no solo la bicicleta es un medio alternativo. Hay varios ejemplos que podríamos implementar con una buena organización ciudadana. En Europa por ejemplo, están en auge los sistemas de auto compartido, no solo para realizar viajes a menor costo en largas distancias, sino  también para compartir el auto dentro de las ciudades y evitar la congestión. En San Francisco, Estados Unidos, otro ejemplo es el sistema City Car Share, que funciona igual que las bicicletas públicas; existen estaciones donde tomar un auto, ir al destino que se quiere y dejarlo ahí para uso de alguien más. Si bien el servicio no es gratuito, facilita el tema del parqueo y es una buena opción para quien no tiene vehículo y lo quiere usar eventualmente.

En Quito, si uno se queda durante diez minutos observando la fila de autos en una transitada avenida, podrá observar fácilmente que la mayoría de vehículos llevan tan solo a un conductor. Los quiteños –hay que decirlo- somos bastante cómodos. Queremos parquear lo más cerca de nuestro destino, no nos importa estacionar el en doble fila, en la vereda o en sitios no autorizados; queremos usar el auto para ir a pocas cuadras de la casa, lo usamos inclusive para encontrarnos con amigos en vez de compartir el viaje. Es evidente que todos tenemos derecho de tener nuestro carro y usarlo a nuestro antojo, pero también es cierto que si queremos soluciones no debemos esperar que siempre estas vengan de parte de las autoridades. Analicemos cada uno nuestra propia situación. ¿Estamos realmente dispuestos a generar un cambio? No hay que dejar de exigir el cumplimiento de ofrecimientos de nuestros mandantes capitalinos, pero también hay que ver qué hacemos desde nuestro pequeño nicho para solucionar el problema.

Gigi Briceño