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viernes, 23 de octubre de 2015

Publicidad engañosa a la falta de obras

Vivo en una ciudad caótica, ruidosa, contaminada y a ratos desquiciante. A veces me pregunto qué hago aquí y si no sería más fácil salir huyendo, pero siempre encuentro una razón para quedarme: casi siempre luego de un paseo por el parque, de tomar un buen café o simplemente de ver llover. Quito no es una ciudad organizada, no está diseñada para caminar ni para andar en bicicleta (aún cuando algunos nos neguemos a rendirnos), pero al mismo tiempo no soporta más vehículos. David Harvey sostiene que “la estructura de la ciudad es el producto de la dinámica capitalista” y que parte del problema proviene de la acumulación de capital en las ciudades que funcionan como fuentes de producción de dinero.  Así, construir en la ciudad resulta un negocio rentable siempre y cuando se destine a estratos socioeconómicos altos,  mientras que la inversión en viviendas asequibles a la población con menos recursos se reduce. Dinámicas que alternan modelos de convivencia, pues constituyen una manera distinta de ver la vida. No poder salir sin un permiso es vivir encerrado entre murallas sin experimentar la ciudad.

Una experiencia urbana con un mínimo de contacto no es tal cosa, forma parte de una existencia poco sociable y por tanto nada acorde con lo que significa vivir en una ciudad. En Quito contamos con una administración municipal que en el discurso habla sobre la posibilidad de vivir mejor, de entender las relaciones que existen entre los distintos elementos de la ciudad, pero que cada vez muestra un completo desconocimiento de lo que significa vivir en comunidad, y privilegia la resolución de pequeños parches antes que soluciones definitivas. Hablan de reducción de publicidad pero aumentan los gastos de propaganda, hablan de un Quito en el que sí se puede vivir mejor pero no hay ninguna solución de movilidad (Cuenca hizo hoy las primeras pruebas para el tranvía, en Quito ni se ha adjudicado la empresa para construir el metro),  se habla de reducir la publicidad pero al mismo tiempo las pocas intervenciones se convierten en propagandas al usar los colores del partido político del alcalde. Hablan de reducción de publicidad pero sin embargo el alcalde hace una cadena radial para sus programas.

En fin, como quiteños seguimos esperando que la ya no tan flamante administración municipal nos muestre eso de que “sí podemos vivir mejor”.


Sonia Espinosa