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martes, 26 de mayo de 2015

Salud al paso


Los médicos de la compañía no examinaban a los enfermos, sino que los hacían pararse en fila india frente a los dispensarios, y una enfermera les ponía en la lengua una píldora del color del piedralipe, así tuvieran paludismo, blenorragia o estreñimiento. Era una terapéutica tan generalizada, que los niños se ponían en la fila varias veces, y en vez de tragarse las píldoras se las llevaban a sus casas para señalar con ellas los números cantados en el juego de lotería.
Cien Años de Soledad


El Municipio de Quito no termina de sorprenderme, cuando creo que he visto todo tipo de planes parches me acuerdo que en realidad faltan tres años para que culmine la administración de Mauricio Rodas y honestamente me llega a asustar pensar que tan lejos podrá llegar. El último “plan estrella” es el tema de la “Salud al paso” que no es otra cosa que unos contenedores de carga adecuados para formar una especie de punto de atención de primera línea en el servicio de salud de la ciudad. 

Mi libro favorito es Cien Años de Soledad, lo he releído en varias ocasiones a lo largo de mi vida y siempre me fascina y descubro cosas que la vez anterior no descubrí. Esta vez no puedo evitar comparar los nuevos “consultorios” a los consultorios de la compañía bananera en Macondo donde por igual se repartían pastillas de colores que los niños usaban para jugar bingo reduciendo a la provisión de salud a una obligación a cumplirse independientemente de cosas tan básicas como sintomatología de los pacientes.

Hoy en El Telégrafo hay una nota sobre el proyecto donde se informa que el Municipio (optimista, paternalista, emocionado) gastará más de 280 mil usd en la adecuación (pintura, sillas y material básico) de varios contenedores así como en el pago de sueldos de las personas que trabajan en estas instalaciones para presentar una primera atención que en realidad se reduce a la toma de signos vitales básicos ya que resulta muy poco cualquier otra cosa que se pueda hacer en estas instalaciones.

A mi juicio una vez más se trata de un “ejercicio” parche (al estilo del bacheo de las calles) donde se pretende hacer algo con un costo medio y que tendrá un impacto mínimo. Me pregunto qué fue lo que motivó a la Administración Municipal a instalar estos consultorios de píldoras de colores si se analizó la necesidad de incluirlos en un sistema de salud ya existente y si es que brindan un servicio que el Quiteño no tiene (para que me tomen la presión puedo ir al Punto de Salud de varias Farmacias en la ciudad). No hubiera sido realmente “innovador” que dentro de una concepción de política pública donde la enfermedad se convierte en un tema de prevención invertir esos recursos en fortalecer proyectos ya existentes como por ejemplo el de mejora de nutrición, para dejar de tratar a las enfermedades como algo a curar y pasar a prevenir.

Una vez más, a mi juicio sería lo ideal, pero en una ciudad donde se privilegia la compra de vehículos a diesel sobre su opción menos contaminante parece que no estamos acostumbrados a hacer lo ideal.