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viernes, 7 de agosto de 2015

Arte, ciudadanía y espacio público


Vivimos en un mundo cada vez más urbano. Los incrementos de las tasas de urbanización en los últimos cincuenta años son elocuentes: la población mundial que vive en ciudades con más de 100 000 habitantes pasó del 16% en 1950 al 50% en el año 2000. La mitad de la humanidad se concentra en las ciudades como consecuencia de un fenómeno de urbanización masiva, cuya dinámica se acelera aún más en los países pobres. Hoy duplican en población a los países ricos (en 1975, los habitantes de las ciudades se distribuían equitativamente entre los países llamados desarrollados y los del tercer mundo).

En varias entregas en este blog hemos discutido sobre la importancia del espacio público como un elemento que crea ciudadanía;  también hemos elevado nuestra protesta con respecto a la forma en la que se mantiene el Bulevar de la Av. Naciones Unidas.

El día de hoy recorrí el tramo comprendido entre la av. Shyris y la av. Amazonas para “apreciar” la muestra de fotografía que nuestro optimista Alcalde ha instalado en este espacio. Me considero fotógrafa aficionada (léase que mis fotos son el resultado de la clase que aparentemente siguió mi teléfono y que hace que con algo de suerte pueda capturar una que otra imagen decente), así que mal haría en juzgar la calidad de los productos que ahí se exhiben. Sin embargo, desde un punto de vista estético puedo decir que a pesar de que hice mi mejor esfuerzo, no encontré la lógica que guía esta exposición. Como bromeaba un chico que estaba ahí:  “parecería ser que se le pidió a un fotógrafo que vaya y llene el espacio con lo que se le ocurra”. Pero esta no fue la única experiencia que tuve en mi recorrido. En el tiempo que estuve en el Bulevar, me ofrecieron droga, fui testigo del ofrecimiento que hacía una chica de sus “servicios” a un cliente;  los vendedores instalados un poco más allá vendían almuerzos de dudosa procedencia;   y todo a la sombra de unas pocas cucardas que desafían el verano por la falta de cuidado del cabildo quiteño en el mantenimiento de los espacios verdes de la ciudad.

No me maliterpreten, no pretendo que este post suene a una reprimenda de la forma en la que la ciudad funciona.  Soy  fiel defensora del hecho de que la ciudad tiene varias cosas que ofrecer y que incluso el hecho de que haya un hippie bien intencionado que entre sonrisa y demás te ofrezca un poco de “material para volar” puede tener su encanto y se puede correr el riesgo de un excesivo afán de orden y de limpieza y en quedarse con un remedo caricaturesco de lo que debería ser una ciudad. Sin embargo, lo que si quiero resaltar es que una vez más se  evidencia que no hay un plan para la ciudad (que en este caso incluya el uso del espacio público) y este se reduce a grandes vitrinas que no favorecen en nada la interacción con el ciudadano. No hay nada que invite a la contemplación, no hay sombra, ni lugares de descanso y sin embargo se privilegia a la empresa privada que “apadrina” espacios que se convierten en grandes bloques publicitarios donde por algunas monedas ganan la posibilidad de jugar con nuestro inconsciente y vendernos que Movistar da las rutas de los buses (servicio que no funciona en la parada de la Shyris) y provee del único lugar con sombra para poder luchar con el implacable sol del verano quiteño.



Rocío Pérez